Un amor contracultura

Publicado el 6 de septiembre de 2023, 3:33

La fe en Cristo implica dejar de estar centrados en nosotros mismos como fuente de nuestro principal contentamiento y seguridad. Entonces el yo, en ese sentido, muere. Ese viejo yo no es nuestra vida, ni nuestro tesoro, ni nuestra alegría más grande y duradera. De modo que estamos libres del impetuoso deseo de tomar represalias en contra de quienes nos agravian de algún modo. Al mismo tiempo, la fe en Cristo hace algo aún más importante: no sólo se anula nuestro yo natural como fuente de nuestro principal contentamiento y seguridad, sino que se vuelve a Cristo y le abraza como nuestro contentamiento y seguridad totalmente suficientes. Esta mirada a Cristo nos motiva de tres maneras a bendecir a nuestros adversarios y hacernos tiernos de corazón con los que lloran y se alegran.

El Cristo que la fe contempla y abraza bendice a quienes lo maldijeron. Mientras colgaba de la cruz dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Puesto que la fe disfruta todo lo que ve acerca de Cristo, la verdadera fe nunca dirá: “Cristo vivió una vida hermosa, pero bendecir a los que me persiguen es una estupidez”. Si ves y disfrutas la misericordia en Cristo, te encantará ser misericordioso. En segundo lugar, el Cristo que la fe contempla y abraza no sólo bendijo a sus enemigos en abstracto, sino que lo hizo por mí. Para mí y para ti, nosotros sus enemigos, “Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Romanos 5:6). No puedes alegrarte de que tu vida dependa totalmente de la misericordia inmerecida de ser bendecido por Cristo cuando eras su enemigo, y luego darte la vuelta y maldecir a los que te persiguen. El Cristo que la fe contempla y abraza también ha hecho que nuestro futuro sea absolutamente seguro para siempre, al morir por nosotros y resucitar. Por lo tanto, nuestros perseguidores no pueden destruirnos y no necesitamos tener la última palabra en la tierraDios lo hará.

Por lo tanto, “y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a Aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y, sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre” (Mateo 10: 28-31) La raíz del amor semejante al de Cristo, es la muerte al yo y el deleite invencible en la persona y las promesas de Cristo. Si luchas con sentimientos de amargura y venganza, profundiza con Cristo, hasta que lo conozcas y lo ames tal como realmente es y a tu prójimo tal como a ti mismo.

Y qué de lo que dice el verso 15 “Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran”. Quizás crees que eres ajeno a la situación de persecución, lo cierto es que, aunque de este lado del mundo no sufrimos como sufren otros hermanos en oriente, aunque nuestras culturas son diferentes, somos uno en el Cuerpo de Cristo. Tal como dijo alguien que sufre porque es perseguido por su fe “Nuestro negocio es tu negocio, nuestro dolor es tu dolor, nuestra felicidad es tu felicidad” o en palabras de Pablo: “Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; o si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él” (1 Corintios 12:26). En situación de persecución, bendecid a los que os persiguen, alegraos con los que triunfan en el sufrimiento y llorad con aquellos cuyo sufrimiento les hace llorar.

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