Apacentando o aplastando el corazón

Publicado el 22 de septiembre de 2023, 6:07

Nuestras palabras tienen una gran influencia en la vida de nuestros hijos, pero no siempre somos conscientes de esta realidad. En más ocasiones de las que quisiéramos admitir, hacemos daños y destruimos a nuestros hijos con la manera en que les hablamos. En todo momento nuestras palabras pueden tomar direcciones distintas y el libro de Proverbios hace referencia a esta realidad: "De la boca del justo brota sabiduría, pero la lengua perversa será cortada. Los labios del justo dan a conocer lo agradable, pero la boca de los impíos, lo perverso (Proverbios 10:31-32). La manera en la que hablamos a nuestros hijos puede apacentar o aplastar, estar llena de sabiduría o de necedad, dar a conocer lo agradable o ser palabras amargas. Necesitamos recordar que nuestras palabras son una parte importante de aquello que está moldeando el corazón y el carácter de nuestros hijos. Nuestras palabras hacia ellos impactarán la forma en que nuestros hijos verán la vida y se verán a sí mismos. 

Como padres creemos equivocadamente que, al ser responsables de nuestros hijos, podemos hablarles como queramos ¿Es eso cierto? No, todo lo que existe pertenece al Señor, nuestras vidas son de Él y eso también es verdad con respecto a nuestros hijos. Que seamos padres no nos da el derecho de aplastar a nuestros hijos con nuestras palabras. Cada vez que les hablamos sin gracia estamos ofendiendo a Aquel que es Su dueño, como dijo Jesús: “En verdad les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños, a Mí lo hicieron” (Mateo 25:40). No me malinterpretes, que nuestras palabras estén llenas de gracia y de estímulo no implica que no haya corrección. Disciplinar a nuestros hijos es completamente necesario, pero aún esto puede ser hecho con palabras que destruyan o con palabras que imparten gracia. Como dice la Biblia: «Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto» (Proverbios 18:21). Parte de nuestra labor, por amor a nuestro Señor y a nuestros hijos, es hablar palabras que dan vida, que traigan seguridad, que los estimulen a buscar lo mejor, que los apunten a sus pecados, pero que también los ayuden a ver al gran Jesús que perdona y salva.

En Jesucristo tenemos el ejemplo de Uno que no abrió Su boca para maldecir a quienes le hacían daño, pues Sus palabras estaban continuamente llenas de gracia y verdad. En Él no solo tenemos ejemplo, sino que encontramos la gracia que necesitamos para vivir de la misma manera. Además, solo en Cristo encontramos perdón y restauración cuando lo hemos hecho mal. Que el Señor nos ayude a que nuestras palabras puedan ser un manantial de vida para nuestros hijos.

Tomado de Coalición por el Evangelio

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