
Dios no permite que se desperdicie ningún sufrimiento, ningún servicio, ningún dolor, ni ninguna vida, porque Él gobierna sobre aquel que lo haría un desperdicio, es decir, Satanás. Él gobierna sobre el desastre, gobierna sobre la enfermedad y gobierna sobre toda la desgracia que te sobrevendrá si te mantienes firme a su lado. Es precisamente por esa regla que podemos tener absoluta confianza en que nuestro Dios nunca permite que se desperdicie una vida que se ha dado a Él. Aquí está la pregunta clave: ¿es bueno el plan de Dios en mi sufrimiento? ¿Puede Dios obrar a través del pecado y la enfermedad? ¿Puede Dios obrar a través de la tragedia para hacer el bien a aquellos que se aferran a Él? La respuesta a todas estas preguntas es muy clara en la Biblia, y es muy clara en el lugar donde Dios se revela más claramente, es decir, en la cruz de Jesucristo. Hechos 4:27-28 dice: “verdaderamente se reunieron en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, junto con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer todo lo que tu mano y tu plan habían predestinado que sucediera”
¿Cómo así que Dios ordenó que sucediera? Herodes le puso el manto y se burló de Él y le dijo: “Haz un milagro. Siempre he querido ver un milagro” (Lucas 23:8). Pilato, en su conveniencia y poca valentía, hizo que lo azotaran y lo entregaran a la crucifixión. Los soldados le pusieron la corona de espinas en la cabeza, lo abofetearon, le tiraron de la barba, le escupieron en la cara, lo golpearon con varas, le azotaron la espalda, le clavaron clavos en las manos y le clavaron una lanza en el costado. La multitud judía gritaba: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale! No tenemos más rey que César” (Juan 19:15). Aun así, todo esto fue predestinado por Dios… es imposible entender la Cruz de Cristo, sino puedes creer que Dios puede ordenar el pecado sin ser pecador.
Ahora, si Dios reina sobre nuestro sufrimiento y nada se desperdicia debido a Su mano poderosa, y si es cierto que, en ese gobierno y reinado hay un buen propósito, entonces ¿cuál es la meta de Dios? ¿Qué bien está haciendo en nuestras vidas y en el mundo? La Biblia da una respuesta muy clara a eso. El propósito de Dios en tu vida, la vida de Cristo (todas las cosas, toda la historia, toda la realidad) es mostrar Su gloria para el disfrute de Su pueblo redimido al precio de la vida de Su Hijo. Isaías 43:6-7 dice: “Trae a mis hijos de lejos y a mis hijas del fin de la tierra, a todos los que llevan mi nombre, a los que creé para mi gloria, a los que formé e hice” Por eso existes: fuiste hecho para la gloria de Dios. Eso significa que fuiste creado para que, al hablar, vivir y hacer las tareas rutinarias a través de tu accionar la gente diga: “Dios es valioso, Dios es digno, Dios es hermoso, Dios es un tesoro para esa persona”. Y no sólo fuiste creado para ese fin, sino que fuiste redimido para ese fin. Efesios 1:4-6 dice: “nos escogió en Él desde antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos e irreprensibles delante de Él. En amor nos predestinó para adopción para sí como hijos por medio de Jesucristo, según el propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia” Lo que significa que Dios obtiene gloria de Sobra, y ese es Su diseño, lo que crea para nosotros un gran problema: ¿si Dios nos creó para Su gloria, si nos predestinó, nos eligió, nos redimió, y nos adoptó para que podamos alabarle, entonces Dios es un ególatra? Entonces ¿dónde está el amor? ¿Dios me ama? La respuesta en la próxima entrega, mientras tanto oremos y meditemos en esto.
Añadir comentario
Comentarios