
“El ojo es la lámpara del cuerpo. Así, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Pues si la luz que hay en vosotros es oscuridad, ¡cuán grandes son las tinieblas!” (Mateo 6:22-23).
La clave para entender este pasaje se encuentra en Mateo 20:15. Jesús acababa de contar la parábola de los obreros de la viña. Algunos de ellos habían aceptado trabajar de seis de la mañana a seis de la tarde por un denario. El dueño de la tierra contrato más gente luego de esto: unos a las 9, 12 e incluso a las 5 de la tarde. Cuando terminó la jornada a las 6, pagó a todos los trabajadores lo mismo: un denario. En otras palabras, fue muy generoso con quienes solo trabajaron una hora, pagándoles lo mismo que quienes trabajaron doce horas. Estos últimos protestaron inmediatamente, estaban enojados porque a quienes trabajaban tan poco se les pagaba tanto. La expresión del verso 15 “¿o tienes tú envidia? Significa literalmente “ojo malo”… Entonces, ¿a qué se refiere un ojo malo? Se refiere a un ojo que no puede ver la belleza de la gracia. No puede ver el brillo de la generosidad. No puede ver las bendiciones inesperadas para los demás como un tesoro precioso. Es un ojo ciego a lo que es verdaderamente hermoso, brillante, precioso y divino. Es un ojo mundano. Considera que el dinero y la recompensa material son más deseables que una hermosa muestra de generosidad libre, amable y divina.
Eso es exactamente lo que significa tener un ojo malo en el capítulo seis del Sermón del monte. Y ese significado les da a los versículos anteriores “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín destruyen, y donde ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín destruyen y donde los ladrones no entran y hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21) un contexto adecuado para la enseñanza sobre el verdadero tesoro y la necesidad de elegir entre el dominio de Dios y el dominio del dinero “Nadie puede servir a dos señores, porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se dedicará al uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero” (Mateo 6:24)
No hagáis tesoros en la tierra, sino haced tesoros en el cielo. Demuestra que tu corazón está fijo en el valor que Dios es para ti en Cristo. Asegúrate de que tu ojo esté bien y no mal. Es decir, asegúrate de ver el tesoro celestial como infinitamente más precioso que el tesoro material terrenal. Cuando tus ojos ven las cosas de esta manera, estás lleno de luz. Y si no ves las cosas de esta manera, incluso la luz que crees ver es toda oscuridad. Estás sonámbulo por la vida. Estás sirviendo al dinero como esclavo sin siquiera saberlo, porque te ha adormecido. Mucho mejor es dejarse llevar por la verdad: el valor infinito de Dios. Entonces, si te sientes atraído emocionalmente más por las cosas materiales que por Cristo, ora para que Dios te dé un buen ojo y te despierte de la ceguera del “mal ojo”.
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