Obstáculos en la formación de los hijos para Cristo

Publicado el 3 de noviembre de 2023, 2:31

Con frecuencia la formación de los hijos para Cristo se realiza con negligencia aun cuando no se omite totalmente. Es obvio que, si se quiere realizar, se debe hacer con seriedad, con un orden sistemático y con permanente regularidad. No debe realizarse de un modo aburrido, desagradablemente pesado, sino como algo profundo y de placentero interés. El corazón de los padres debe estar entera y obviamente dedicado a ella: en tiempos de culto familiar en que se enseñe a los hijos las Escrituras, doctrina, himnos… Pero si todo esto no va acompañado de serias exhortaciones, visible ansiedad y un vigoroso esfuerzo por motivar a sus hijos a pensar seriamente en la fe cristiana como un asunto de importancia infinita, poco puede esperarse. Un sistema de enseñanza cristiana frío, ceremonioso e inestable, más bien generará un prejuicio contra la fe cristiana, en lugar de una predisposición por ella.

Además, la educación cristiana debe ser consecuente. Debe incluir todo lo que pueda ayudar en la formación del carácter... Considerar las instituciones educativas, las compañías, las diversiones, las fuentes de entretenimiento.  Porque si se enseñan palabras sanas para que las comprendan y recuerden, y se descuida el impacto de lo externo sobre el corazón y la formación del carácter, poco puede esperarse de nuestros esfuerzos. No se puede esperar que una educación cristiana tibia, inestable, produzca una piedad auténtica. Si no es evidente que el padre toma esto en serio, no se puede esperar que lo haga el niño. Todo padre cristiano reconoce en teoría que la fe cristiana es lo más importante en el mundo. Pero si en la práctica parece más ansioso de que su hijo sea un buen alumno en la escuela que un verdadero cristiano, pueden enseñar lo que quieran sobre la sana doctrina, pero no esperen una piedad genuina como resultado. Este resultado puede esperarse únicamente donde se enseña, inculca y modela la fe como lo más indispensable.

El descuido de la disciplina en el hogar es otro obstáculo en el camino hacia una educación cristiana exitosa. Los padres han sido investidos por Dios con un grado de autoridad sobre sus hijos, que no pueden dejar de ejercer sin ser culpables de pisotear las disposiciones del cielo. Son los padres los que deben decidir qué libros leerán o que programas de televisión verán sus hijos, qué amigos pueden tener, qué actividades pueden realizar y lo que harán con su tiempo libre. Si los padres ven algo incorrecto, no debe responder con una protesta tímida, débil, ineficaz como la de Elí: “¿Por qué hacéis cosas semejantes?” (1 Samuel 2:23), sino con una firme, aunque cariñosa prohibición. Tiene que gobernar su propia casa y, por medio de toda su conducta, hacer que sus hijos sientan que tiene derecho a exigirles su obediencia. Podemos dar las mejores enseñanzas, pero si no desarraigamos el mal carácter, corregimos los malos hábitos, reprimimos las corrupciones evidentes, no podemos esperar nada excelente. Si permitimos a nuestros hijos usar nuestra autoridad como un juguete no podemos esperar nada bueno... La desgracia en muchas familias es que la disciplina es inconstante e inestable, a veces realizada con tiranía y otras, tan descuidada que hasta parece que no existe. En algunos casos, la disciplina comienza demasiado tarde y en otros, termina demasiado pronto... Finalmente tengamos claro que mientas los hijos permanezcan en el hogar de sus padres deben estar sujetos a los mandamientos de sus padres… muchos padres se equivocan grandemente al creer que porque el hijo tiene cierta edad no les debe obediencia. Los padres sensatos tienen que estar en guardia y no tolerar ninguna intrusión en su autoridad como padres, de lo contrario ellos mismos habrán abierto una puerta que destruirá la paz en el hogar.

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