El obstáculo de la severidad indebida

Publicado el 4 de noviembre de 2023, 5:55

Tan terrible como es una tolerancia ilimitada lo es una severidad indebida. La única autoridad que es infalible nos ha dicho que las cuerdas del amor (Oseas 11:4) son los lazos que unen a los seres humanos.  Hay un poder formativo en el amor. La mente humana fue hecha de manera que cede con gusto a la influencia del amor. Es más fácil guiar a alguien a cumplir su deber que forzarlo a hacerlo... El amor parece un elemento tan esencial en el carácter paternal que hay algo repugnante, no sólo en un padre cruel, en un padre hiriente o severo, sino también en un padre de corazón frío.

No se puede esperar que la formación cristiana prospere cuando un padre gobierna enteramente por medio de una autoridad fría, estricta, meramente con órdenes, prohibiciones y amenazas, con el ceño fruncido sin suavizarlo con una sonrisa; cuando la autoridad modificada con amor; cuando su conducta produce sólo un temor servil en el corazón de sus hijos, en lugar de un afecto generoso; cuando le sirven por temor a los efectos de la desobediencia, en lugar de un sentido de placer en la obediencia; cuando en el círculo familiar temen al padre porque parece estar siempre de mal humor, más bien que considerarlo el guardián de sus alegrías; cuando aún una pequeña acción accidental desata una tormenta, cuando los ofensores se ven obligados a disimular o mentir con la esperanza de no ser objeto de las severas correcciones que al enterarse de ellas siempre generan en sus padres. La formación cristiana no puede prosperar en un ambiente así.

Es inútil que un padre así pretenda enseñar bíblicamente, endurece sus corazones. Los prepara para que corran con premura a su ruina, en cuanto se hayan librado del yugo de su esclavitud y puedan dar rienda suelta a su libertad que expresan con una gratificación descontrolada. Por lo tanto, los padres deben combinar su conducta de legisladores con la de amigos, atemperar su autoridad con gentileza... Deben actuar de tal manera que los hijos lleguen a la convicción de que su ley es santa y sus mandatos santos, justos y buenos, y que ser gobernados de esta manera es ser bendecidos.

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