
Jesús le dijo: Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí” Juan 14:6
En este pasaje Cristo consuela a sus discípulos. Esta respuesta la ofrece Cristo a Tomás quien le pregunta cual camino seguirán. Cristo es el camino al Padre que los pecadores tienen en Su persona como Dios manifestado en carne, en Su sacrificio expiatorio, y como nuestro Abogado. Él es la Verdad, que cumple todas las profecías del Salvador; creyendo eso los pecadores van por Él, el Camino. Él es la Vida, por Su Espíritu vivificador reciben vida los muertos en pecado. Nadie que no sea vivificado por Él, la Vida, y enseñado por Él, la Verdad, puede acercarse a Dios como Padre por Él, el Camino. Por Cristo, el Camino, nuestras oraciones van a Dios y sus bendiciones vienen a nosotros; este es el Camino que lleva al reposo, el buen Camino antiguo. Él es la Resurrección y la Vida.
Jesús relacionó estas tres palabras, Camino, Verdad y Vida. Ya que Cristo es la persona que nos guía al pasar de la esclavitud a la libertad. Todos perdimos el camino y Cristo lo ha proporcionado de nuevo, es el camino que está siempre delante de los hombres. Él es la Verdad, la Verdad no es un concepto, es una persona. Adán cayó porque cambió la verdad por la mentira y adoró la creatura en vez del Creador. Perdió la habilidad de discernir la verdad del error. La esencia de la verdad es el Ser más maravilloso que existe: La Verdad es Dios. La verdad no es la enseñanza sobre Dios transmitida por Jesús, es la misma realidad de Dios revelándose a sí mismo y ocurriendo en Jesús. La verdad es lo que permite entender la moralidad. Él es la Vida. Cristo dice Yo soy el Pan de Vida, sin embargo, no lo comemos, queremos nuestro propio alimento espiritual y Cristo es quien puede llenar nuestro espíritu.
Y esto lo podemos obtener reconociendo Su señorío no intelectualmente como una verdad que se acepta, sino conductualmente como una verdad que se evidencia por medio de nuestro modo de vida. La fe cristiana es la única que consiste en transformar la persona, en transformarla en otro Cristo siguiendo interiormente el camino que Él nos mostró con su vida, hasta llegar a experimentar en nosotros su muerte en la Cruz y Su resurrección. Por eso dijo Pablo: “Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2:20). Oh Padre celestial, fortalece nuestra fe. Ayúdanos a reconocer a Cristo como nuestro único Señor y Salvador. Que podamos seguir Su Camino, escuchar Su Verdad y tener Vida en Él. Amén
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