
“Porque el que quiera salvar su vida, la perderá: pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Pues ¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿Qué dará un hombre a cambio de su alma?” Mateo 16:25-26 NBLA
Al leer la Palabra de Dios, hay algo que es evidente de manera inmediata: Dios no piensa como el ser humano. Los valores de Dios, Sus reacciones emocionales e intereses son distintos a los nuestros “porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos” (Isaías 55:8-9). Versículos antes a el pasaje de hoy vemos el momento en que Jesús comenzó a informarles claramente a Sus discípulos sobre Su destino próximo en la cruz y Su resurrección, justamente luego de que finalmente estaban seguros de la identidad de Jesús (Mateo 16:16-17). Esto les choca a los discípulos e inmediatamente, “Pedro comenzó a reprenderle…” (v.22). Pedro acababa de afirmar la identidad de Jesús como Cristo, y luego se atreve a censurar a Jesús. Los discípulos conocían la identidad de Jesús, pero no Su misión y, no la aceptaron cuando Jesús la informó. En su mente no era posible que plan de Dios incluyera que el Mesías sufra y muera; y, esta sigue siendo una confusión para muchos hoy en día. No contemplan que los planes de Dios pueden incluir sufrimiento intenso y en ocasiones mortal; que Dios puede usar la aflicción y el dolor para llevar a cabo Sus propósitos. Pero Dios no es como nosotros, y no piensa como nosotros (Mateo 16:23).
Luego del intercambio con Pedro, Jesús se percató que los discípulos pensaban que el sufrimiento no iba con el plan de Dios; que ni el Mesías ni sus seguidores iban a sufrir. Nada más distante de la verdad… Jesús entonces hace una descripción del perfil de un verdadero discípulo “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (v. 24b) Jesús es claro y directo con lo que se espera de un discípulo: que olvide su causa personal, se enfoque en los planes de Dios y se someta a la Palabra. Un discípulo al “negarse a sí mismo” debe desistir de sus esfuerzos por “salvarse por sus propios medios”; pero también el discípulo debe “negarse a sí mismo” en el enfoque de su vida: ya el discípulo no vive para él sino para Aquel que murió por él (2 Corintios 5:15). En vista de esto, un verdadero discípulo le niega a su carne sus peticiones para honrar al que murió por él (Gálatas 5:16-17).
También Jesús dijo que un discípulo debe “tomar su cruz” (v. 24). Esto significa enfrentar dolor, sacrificio y aún la muerte de manera voluntaria para hacer avanzar la causa del Señor. El tomar la cruz está en cierto modo conectado con negarme a mí mismo porque implica que los planes de Dios deben ser prioritarios sobre los míos porque Su voluntad siempre persigue lo eterno mientras que la nuestra va detrás de lo pasajero. A veces lo que Dios nos pide no nos atraerá “terrenalmente”; pero si somos capaces de “verlo con la fe”, podremos experimentar gozo aún por aquellas cosas que “no nos gustan”… por último, una idea que es difícil de digerir: al Mesías lo van a matar y a sus seguidores le corresponde vivir una vida de negación, sacrificio y obediencia. Es duro, si para ti la vida se trata de lo que hay aquí y nada más; pero si hay otra vida después de esta, entonces, ¡la vida del discípulo es la que garantiza la entrada a la gloria y la mayor cantidad de recompensas eternas posibles! Así que vale la pena, esfuérzate sé valiente.
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