
“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros” Juan 13:34-35
Las palabras dadas por Jesús en el pasaje de hoy se produjeron en medio de una conversación con Sus discípulos en el Aposento Alto después de la cena, Él ha identificado a quien va a traicionarle y le ha urgido a que lo que va a hacer lo haga pronto… y entonces, cuando hubo salido Judas el Señor Jesús da nuevo mandamiento, Él dice: “que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros” y antes de que alguno se atreviera a preguntar Él da a conocer el por qué: porque “en esto conocerán todos que son mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros”. Cristo nos encomendó conforme a Su ejemplo: buscar lo que beneficie al prójimo, y fomente la causa del evangelio, como un solo cuerpo movido por una sola alma. Y por increíble que parezca este mandamiento aún parece nuevo para muchos profesantes de la fe cristiana… nuestras congregaciones están llenas de personas absortas por su realidad individual, sus deseos, sus circunstancias, sus necesidades y completamente indiferentes a la necesidad de los hermanos con los que tiene comunión reunión tras reunión… puede que nos sea fácil ver y conmovernos con la necesidad del incrédulo, pero no así con los hermanos.
Es un mandato que los que hemos creído nos amemos los unos a los otros. Debemos cumplir con este mandamiento, debemos hacer este esfuerzo diariamente para cumplirlo. Es una acción que debe ser intencionada, determinada porque nuestra naturaleza humana no es propensa a demostrar amor por los demás (no como lo hizo Cristo). Debemos desafiar nuestra alma para que muestre amor por los hermanos, y por todos. El nuevo modelo de amor que Cristo nos dejó es el que debemos imitar, porque Él pide que amemos como Él amó. ¿Cómo es que Él quiere que amemos? En términos prácticos Él mostró Su amor por los discípulos lavando sus pies. Fue una demostración de que el amor sirve sin importar el rango o la tarea. A la vez que modeló el amor que debemos mostrar, también los confrontó con su actitud, ya que ellos debieron prever esta tarea al organizar esta última cena, como se hacía en esos tiempos y ninguno estuvo dispuesto a hacer esta humillante labor: lavar pies sucios. A pesar de que Jesús sabía que Su hora había llegado, y en pocas horas seria martirizado hasta la muerte en la cruz… a Él no le importó su situación personal, pensó primero en ellos. El amor se trata de complicarme la vida yo para simplificar la vida de otro, tal como hizo Cristo.
Puede que pienses, eso fue con ellos ¿qué conmigo? Yo no estuve ahí… a nosotros Él nos lavó mucho más que los pies, el lavó nuestro ser no con agua sino con sangre, Su sangre. Su humillación en la cruz fue más grande que lavar unos pies sucios, Él siendo sin pecado por nosotros se hizo pecado. Amar así es un emblema para el cristiano, es el sello que muestra el amor como Cristo nos amó. Si no amamos sacrificialmente a nuestros hermanos debemos revisar nuestro corazón porque posiblemente no seamos creyentes, o no conozcamos a Dios profundamente, por lo que no nos sentimos estimulados a mostrar este amor.
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