
“Y cierto hombre llamado Simón, hacía tiempo que estaba ejerciendo la magia en la ciudad y asombrando a la gente de Samaria, pretendiendo ser un gran personaje… Y aun Simón mismo creyó; y después de bautizarse, continuó con Felipe, y estaba atónito al ver las señales y los grandes milagros que se hacían” Hechos 8:9, 13
Los hombres podemos ser abrumados por las expresiones externas de las personas, pero delante de Dios la única evidencia de una verdadera salvación son los frutos de una vida transformada. El pasaje de hoy nos llama a una reflexión seria ante la verdad de que es posible creer sin ser salvo. En la Parábola del Sembrador ver que Jesús menciona tres tipos de personas en cuanto a la manera de reaccionar a la predicación de la palabra: unos que simplemente rechazan la palabra (camino); otros la reciben y son buena tierra, donde cae la semilla, germina y da fruto; y el tercer grupo representado por personas que aparentan ser creyentes (pedregales y espinos), pero que abandonan la fe porque su salvación es más una apariencia, que una experiencia… Tal como el texto de hoy, algo increíble sucedió en Samaria: el brujo del pueblo aparentemente se convirtió a la fe cristiana, pero la realidad de su corazón era otra.
Lo que Dios estaba haciendo en Samaría en esos días era algo fuera de serie. Tanto que, a pesar de que Felipe era judío, y los judíos y los samaritanos no se trataban, los samaritanos respondieron a su predicación... era tan sorprendente lo que estaba sucediendo que entre los que creyeron y se bautizaron en el nombre de Cristo estuvo Simón, el Mago. Él siguió a Felipe y estaba atónito al ver las señales y los milagros que sucedían. Esto le llamó la atención porque a diferencia de él, no eran trucos sino cosas extraordinarias propias del poder de Dios. Simón que ya estaba impresionado fue deslumbrado mucho más cuando vio que el Espíritu se daba por la imposición de las manos de los apóstoles… Está tan impresionado con lo que ve, que entonces, ofrece dinero para tener lo mismo. Él aparentemente había creído y se había bautizado, pero ninguna de esas dos cosas son evidencias necesariamente del nuevo nacimiento. El bautismo no cambia la mente de una persona, ni el corazón; eso requiere nacer de nuevo, lo cual implica una obra sobrenatural del Espíritu de Dios.
Dios pone el corazón de Simón en evidencia cuando este quiso comprar el don del Espíritu con dinero. Simón no simplemente estaba confundido, sino que estaba perdido como cualquier otro impío… Él fue iluminado porque escuchó el evangelio; gustó de la buena palabra al escuchar a Felipe proclamar las Buenas Nuevas. Pero luego cayó y volvió de regreso a su dinero. El Señor siempre prueba nuestros corazones; la pregunta es, ¿Cuándo? y ¿Cómo?... y la pregunta es, cuando ese momento llegue ¿Cómo seré hallado? Como un creyente cuya fe le ha salvado o como uno que ha creído, pero no tiene salvación.
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