
En Juan 3:1-9 vemos como el Cristo le dice a Nicodemo que “para ENTRAR al reino de los cielos, hay que regenerarte: ¡hay que hacerte otra vez!” A esto, “Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” El pecador muerto en delitos y pecados, desesperado no puede rescatarse por sí mismo. Dios viene y lo regenera, y en el proceso limpia su vida vieja, esa es la razón por la cual a la regeneración se le llama un lavamiento. Este es el más precioso regalo que un ser humano puede recibir en este mundo.
El efecto de la regeneración es una nueva vida la cual produce un nuevo nacimiento producido por la Palabra y el Espíritu. El Espíritu Santo es el que nos renueva de forma radical. 1 Corintios 6:19-20 dice, “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” Como efecto de ser regenerados, somos enteramente una nueva creación. No una vida mejorada, sino que ha sido hecha nueva. Tenemos anhelos nuevos; deseos nuevos; pasiones nuevas; y afectos nuevos. ¡Ese es el trabajo del Espíritu! Y nosotros no podemos hacer nada para obtener el Espíritu Santo, no hay nada que podamos hacer para obtener el Espíritu Santo ni ganar Su obra de renovación; eso es algo que sólo Dios puede dar y lo derrama en nosotros abundantemente.
En el plan de redención, a Jesús le tocaba venir a pagar el precio por el pecado ¡y eso es lo que Él hizo! La justicia de Dios el Padre tenía que ser satisfecha; por eso todos los pecados del mundo se colocaron en Jesucristo. Cristo satisfizo la justicia de Dios, Él pagó el precio, Él venció la muerte y es a través de Él que Dios nos salvó. Él nos salvó por Su gracia. Nos libró de lo que merecemos (condenación) y, nos otorgó lo que no merecemos (salvación). Por tanto, la vida nueva y eterna es un regalo, no un pago; no es por obras, sino que está en oposición directa a cualquier supuesto mérito de nuestra parte. La gracia de Dios es la provisión que necesitamos continuamente. Esta dice que somos perdonados, a causa del sacrificio de Cristo; toma Su justicia y la pone a nuestra cuenta, declarándonos justos a los ojos de Dios.
Cristo ha hecho una expiación satisfactoria por nuestros pecados; la justicia fue satisfecha completamente, el amor, la bondad, misericordia y gracia pueden actuar libremente. ¡Somos Justificados por Su gracia! La gracia nos da lo que nosotros no merecemos: ser perdonados. Por gracia: venimos al reino de Dios; somos santificados; recibimos bendiciones tanto temporales como espirituales; somos motivados a la obediencia a Dios; somos llamados y capacitados para servir y recibimos fortaleza para soportar las pruebas. Así, pues, toda la vida cristiana se vive bajo el reino de la gracia de Dios.
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