El contraste entre dos deudores

Publicado el 4 de diciembre de 2023, 6:30

El pasaje de hoy relata el encuentro que Jesús tuvo con dos deudores. Uno de ellos estaba completamente consciente de su gran deuda, lo cual le llevó a rendirse completamente ante la gracia abundante que se encuentra en el Cristo y el otro no se reconoció a sí mismo como un deudor y esto le llevó a una relación fría y distante con el Salvador… Simón, un hombre respetado en la ciudad, reconocido por cumplir las normas y tradiciones religiosas de su tiempo. Una mujer sin nombre, una pecadora reconocida por todos y rechazada por todos; no tenía reputación ni contaba con el respeto de nadie. A diferencia del fariseo, su expresión asombrosa y extravagante de apreciación, honra y adoración por el Salvador rompió todos los parámetros de su época, y aún de la nuestra.

Lo interesante sobre las acciones de esta mujer es que todo acerca de su comportamiento estaba mal según todos los estándares aceptados en su tiempo. Ella entra al lugar como una intrusa no como invitada ya que las mujeres no compartían públicamente con hombres. Ella comienza a llorar, lloviendo lágrimas en los pies de Jesús, y soltó su cabello para secar Sus pies, aun cuando soltarse el cabello en público era una gran ofensa. Luego ella le ungió con perfume en un frasco de alabastro, algo que era parte de sus instrumentos de pecado y que fue cambiado de propósito para adorar a Jesús. Ella actuó con total convencimiento de quien era ella y quién era Cristo. Lucas 7:39 dice, “Pero al ver esto el fariseo que lo había invitado dijo para sí: ‘Si Este fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, que es una pecadora.’” Ante esto, la reacción de Simón fue descalificar a Cristo como profeta y re-enfatizar el título de pecadora a esta mujer. El desprecio de este fariseo por esta mujer fue transferido a Jesús por dejar que ella continuara sin reprenderla. 

Al ver lo que está ocurriendo, Jesús cuenta una parábola, “Y respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que decirte: Y él dijo: Di, Maestro. Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, le amará más? Simón respondió, y dijo: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Y Jesús le dijo: Has juzgado correctamente.” Jesús continua comparando la diferencia en el trato que habían dado a Él Simón y la mujer… y luego finaliza: “sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados.” (Lucas 7:40-48)

Simón no cumplió ni con lo mínimo para recibir a un invitado lo cual hablaba de su poco aprecio hacia Jesús. Por el otro lado, la mujer pecadora se desbordó rompiendo toda barrera social y norma de comportamiento aceptada para entregarlo todo. Muchos de nosotros somos como Simón; pedimos: “Jesús, ven a mi casa y bendícela; ven a mi familia y arréglala; ven a mi trabajo y prospéralo.” Pero otros, como esta mujer, prefieren decirle: “Jesús, no es necesario que vengas, ¡Yo voy a donde Tú estés!” Ambos el fariseo y la pecadora eran deudores que no podían pagar su deuda… pero había un prestamista generoso que podía asumir la deuda de ambos. El interés por Jesús no es suficiente; la prueba última de nuestra profesión como cristianos es amor y para amar a Jesús fervientemente, debes saber que eres un deudor incapaz de pagarla. Para amar a Jesús fervientemente, debes confiar totalmente en Su gracia para perdonar tu impagable deuda de pecado.

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