
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad; porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente” Romanos 1:18-19
En el corazón de cada ser humano está plantado el conocimiento de Dios. No necesitamos que nos digan que Dios existe, nuestra capacidad de razonar, es suficiente para señalarnos la existencia de nuestro Creador. Pablo lo explica así: “Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa” (v. 20). Los hombres llegaran a extremos irracionales en su intento de negar la existencia de Dios y Su derecho de gobernar nuestras vidas: “Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:22–23) Cuando se rechaza a Dios, nos rebelamos contra la razón. La rebelión en realidad extingue por completo nuestra capacidad para razonar… dice Pablo: nos convertimos en necios, al correr de la razón a la creencia ilógica de la idolatría sólo para escapar de la verdad sobre Dios.
Pero las trágicas consecuencias de rechazar a Dios no terminan ahí, los resultados de rechazar a Dios son devastadores y son descritos ampliamente en los versículos de Romanos 1:24-32… rechazar a Dios conduce a la corrupción y finalmente a una "mente depravada" (v.28), es decir, una mente que no funciona, porque es incapaz de pensar correctamente o hacer lo correcto. Además, la mente depravada aplaude y promueve a los que pecan de la misma manera. Lo que vemos, entonces, tanto en las páginas de las Escrituras como en el caótico mundo que nos rodea, es el terrible costo de rechazar a Dios. La corrupción pecaminosa de la humanidad no está relacionada con la falta de oportunidades, dinero, privilegios o educación. El hombre es una ser que por naturaleza rechaza a Dios y Su ley. Todos nacemos con esa miseria interna que nos corrompe y contamina. Nuestro gran problema como humanidad es el pecado, ningún otro mal puede dañarnos tanto como el pecado (separación eterna de Dios) y, sin embargo, esto no nos preocupa… somos abrumados por males que son menores (enfermedad, escasez, violencia, economía… etc) y permitimos que nuestro corazón sea endurecido por causa de ellos.
Eso nos lleva a una pregunta natural: Si la corrupción del hombre realmente es tan profunda, ¿hay alguna esperanza de contener este caos pecaminoso? Ya que la humanidad es tan depravada, engañosa, degenerada, destructiva y mortal, ¿Cómo podemos pasar por esta vida con alguna medida de significado, satisfacción y gozo?
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