
Todos buscan lo que creen que les traerá la felicidad. Lo que es esto, no lo sabemos: sólo sabemos que algo falta. Así que buscamos, pero nunca lo encontramos. Intentamos llenar este vacío con una relación significativa: conocemos a alguien, nos unimos a esa persona y esperamos esa persona llene el vacío interior. Esta nueva compañía inicialmente satisface este anhelo. Pero inevitablemente, la relación se vuelve tensa, las expectativas no se cumplen… Lo que anhelamos no se encuentra allí. Tenemos que buscar en otra parte. Tal vez tratemos de llenar este vacío con una carrera prometedora, podemos encontrar un significado en un nuevo empleo, intentamos satisfacer nuestra hambre interior escalando profesionalmente… Pero pronto la realidad nos golpea nuevamente, nos sentimos frustrados, seguimos inquietos e insatisfechos. Tenemos que buscar en otro lugar lo que falta.
Podemos pensar que lo que nos falta se encuentra en el dinero y las posesiones. Si pudiéramos tener más dinero en nuestra cuenta bancaria, seríamos felices: un casa más grandes, mejores muebles, una escuela mejor para nuestros hijos.. Pero lo que anhelamos no se encuentra en las posesiones. Tenemos que mirar en otra dirección. Tal vez busquemos llenar este vacío interior llenando nuestro calendario con actividades religiosas: podemos empezar a asistir a una iglesia, unirnos a un estudio bíblico. Al principio como todas las demás veces nos sentimos mejor con nosotros mismos, pero suceden cosas que el grupo cambia, vemos la hipocresía del algunos… que desilusión. Así que seguimos buscando. Podemos probar llenar este vacío con adicciones destructivas como las drogas y el alcohol, una aventura extramatrimonial, adicción a un juego, practicar un deporte... la búsqueda nos harás exigentes y menos satisfechos. Estos placeres momentáneos y fugaces nos alejan de la verdadera felicidad y nos llevan a una mayor desesperación e inquietud. Ninguna de estas búsquedas puede llenar los anhelos más profundos de nuestra alma o proporcionar una verdadera satisfacción que perdure. Estos atractivos caminos no llevan a ningún lugar significativo y dejan nuestras verdaderas necesidades insatisfechas.
Hubo un hombre que vivió hace aproximadamente uno dos mil años, a primera vista un hombre que había alcanzado la cúspide en ese entonces, pero este próspero individuo sabía que algo le faltaba: él miró a la religión. Se esforzó por vivir una vida justa. Pero no había encontrado nada que pudiera satisfacer su alma vacía. Esta búsqueda insatisfactoria lo estaba carcomiendo… se lo estaba comiendo vivo ¿Dónde podría Nicodemo ir para encontrar las respuestas? Había escuchado que no enseñaba como los fariseos, sino como quien tiene autoridad en lo que enseña… su necesidad se hizo tan apremiante que finalmente fue a Jesús de noche y escucho la verdad de su necesidad, “Jesús le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3) Lo que Nicodemo necesitaba era algo completamente diferente, no vendría de este mundo caído o del reino de la religión estéril. Lo que él buscó hace tanto tiempo es precisamente lo que necesitamos hoy, la naturaleza humana no ha cambiado. Si queremos encontrar la verdadera satisfacción en la vida, sólo la encontraremos en una relación personal con Dios. Sólo cuando lo apreciemos por encima de todo, encontraremos un gozo duradero… pero eso no sucederá a menos que ocurra en nosotros el milagro del nuevo nacimiento.
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