
Dios se priorizó a sí mismo cuando emitió el primer mandamiento como el más importante. Dice: "No tendrás otros dioses delante de mí" (Éxodo 20:3). Esto significa que: Dios debe tener prioridad en nuestra vida, nadie debe ser más importante para nosotros que Dios. Nada debe competir con Dios por el primer lugar en nuestra vida. Esto se subrayó más tarde cuando Moisés dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5). Desde el principio del Antiguo Testamento hasta el momento en que Nicodemo se encontró con Jesús y hasta nuestros días, Dios siempre ha hecho hincapié en una religión del corazón, incluso los rituales del Antiguo Testamento, como la circuncisión, nunca apuntaron a lo externo sino a un corazón apartado para Dios. El mayor mandamiento fue dado por Moisés al antiguo pueblo de Israel. “Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos del Señor y sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien?” (10:12-13) Trágicamente, los judíos pasaron por alto el corazón y se centraron en el guardar reglas externas como la medida de su religión. Sin embargo, las Escrituras mostraban, una y otra vez, el deseo de Dios de un nuevo corazón. Sólo un nuevo corazón puede tener un afecto supremo y la mayor devoción por Dios. Jesucristo estableció esta misma prioridad cuando dijo: "Buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). Es decir, debemos desear a Dios por encima de todo. Él debe ser el número uno en nuestra alma. Nuestro enfoque principal debe estar en Él. No podemos preocuparnos por los tesoros temporales de este mundo. Debemos hacer de Dios nuestro principal objetivo y el mayor tesoro y desearle más que cualquier beneficio que pueda otorgarnos.
Una vez que conocemos a Dios, el vacío que nos carcome se elimina. En el nuevo nacimiento, el infinito Creador del universo viene a vivir dentro de cada uno de nosotros. El Dador de la vida inunda nuestra alma, que una vez estuvo vacía, con la plenitud de Él mismo. Somos hechos una nueva creación con una nueva mentalidad, llenos de nuevos deseos, nos convertimos en seres completamente nuevos en el nivel más profundo y tenemos nuevas prioridades con nuevas pasiones. Comenzamos a hacer nuevas elecciones en una nueva dirección: deseando complacer a Dios con cada decisión, ya sea pequeña o grande. Puede que, alguien que no conoce a Dios pueda parecer exitoso, incluso podríamos estar tentados a cambiar de lugar con ellos. Pero en el fondo, están inquietos y buscando lo que hemos encontrado. Puede parecer que les va bien, pero eso es una mera ilusión. Hay un vacío sin fondo en ellos que no puede ser llenado por nada ni nadie excepto por Dios mismo. Ahí es donde una vez vivimos y una vez que tenemos a Cristo, no hay vuelta atrás. La nueva vida comienza con el nuevo nacimiento.
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