
Existe una pregunta que ha perdurado a través de los siglos, alrededor del mundo. Una persona anónima le pregunta a Jesús. «Señor, ¿sólo unas pocas personas van a ser salvadas?» (Lucas 13:23) ¿Sólo unas pocas? Esta verdad resulta ofensiva en nuestros días. ¿Estás diciendo que no todo el mundo va al cielo? ¿No es eso intolerante? ¿Cómo puede un Dios de amor hacer eso? Para responder este interrogante Jesús sencillamente dice: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha…” (13:24). Esto no es un simulacro, esto no es algo que se deba posponer hasta más tarde. “… porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán. Después que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta” (13:24s).
La gente espera, evita, rechaza y resiste la invitación inclusiva al Camino exclusivo. Pero un día se encontrarán llamando a la puerta estrecha, la puerta estrecha y cerrada. Y lo que Él cierra, nadie puede abrirlo: “¡Señor, ábrenos!” y sólo oírán: “No sé de dónde sois” (13:25)… Tratarán de argumentar por qué se les debe permitir la entrada: “Comimos y bebimos en tu presencia, y enseñaste en nuestras calles.” (13:26) Estábamos en la mesa. Pasando el rato contigo, Jesús. No es posible ser salvos por asociación, no funciona así en el Reino de Dios. Las siguientes palabras de Jesús son directas, impresionantes en verdad: “Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí, todos los que hacéis iniquidad” ¿Malhechores? ¿No es un poco duro? ¿Qué hace que los de dentro sean mejores que los de fuera? Nada, excepto el sacrificio expiatorio de Jesucristo. La sangre del Cordero quitando el pecado del mundo. Por eso compartimos las Buenas Nuevas, para todos los que se arrepienten y creen: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”
En la conclusión de su historia, para ese alguien de quien no sabemos su nombre. Jesús habla de los que vienen del este y del oeste, del norte y del sur para compartir el banquete en el Reino de Dios. (Lucas 13:29)… Muchos vendrán a Cristo y con esa esperanza obedecemos el mandamiento de la gran comisión “…Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que[Jesús] mandó…” (Mateo 28:19-20). Porque algún día no nos uniremos a “sólo unos pocos” sino a una gran multitud de cada nación, tribu, pueblo e idioma, dice la Palabra: “Que nadie puede numerar.” Todos de pie ante el trono y ante el Cordero. Ante nuestro Salvador, le adoraremos juntos. (Apocalipsis 7:9-10).
Hoy la puerta estrecha está abierta. Hay espacio para más: “Esforzaos por entrar” antes que el Padre de familia se levante y cierre la puerta, cuídate de no encontrarte junto a esos muchos, golpeando frenéticamente la puerta sin ninguna esperanza.
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