¿Hacia dónde te diriges?

Publicado el 1 de enero de 2024, 4:21

Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento” Salmo 90:9

Estando absorbidos cuidadosamente con las ocupaciones, labores y esfuerzos de la vida, somos más o menos insensibles a la ligereza del tiempo que pasa, olvidamos el hecho que la vida se nos va rápido, y que el fin de nuestra peregrinación terrenal se aproxima veloz y segura. Cuán importante es que mantengamos en nuestra mente, que nuestra muerte está siempre en el horizonte, y que cuando morimos, seremos introducidos a la eternidad de la cual no hay regreso ni escape. Lo cierto es que, dado que la muerte es tan común, no dedicamos suficiente pensamiento a esto. Parece que hemos desarrollado un sentido de inmunidad para tal experiencia. Al contrario, vivimos como si estuviéramos muy seguros de tener muchos años de vida, cuando la Palabra de Dios nos advierte: “No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de si el día” (Proverbios 27: 1).

Escuchamos del número de muertos en guerras y en accidentes, de los muchos que mueren de hambre. Pero a esto no le dedicamos ningún pensamiento; no significa mucho para nosotros porque no estamos personalmente envueltos. Un vecino de nuestra calle muere, o uno de nuestros seres queridos fallece. Esto puede ser que nos cause detenernos a pensar por un momento, pero pronto se nos olvida y continuamos nuestro camino día tras día… Muchos se preocupan por sus cuerpos, pero descuidan totalmente los intereses por sus almas inmortales. Pero “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 8:36-37). Muchos se dejan llevar sin propósito a través de la vida sin ninguna preocupación en cuanto a lo que está delante de ellos, aparentemente presuponen que de alguna u otra manera todo les saldrá bien al final. Completamente inconscientes de su condición perdida. Aunque ellos no se consideran ser perfectos, son respetables, ciudadanos obedientes a la ley, y se consideran no ser peores que sus vecinos; y aunque apenas leen la Biblia o entran a una iglesia, ellos esperan ir al cielo cuando mueran. Algunos admitirán que son pecadores, pero piensan que sus buenas obras sobrepasarán sus malas acciones.

Algunos se imaginan que todo estará muy bien con ellos porque se unieron a una iglesia, fueron bautizados y participan de la Cena del Señor. Pero la Palabra de Dios nos informa que somos salvos, “no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” (Tito 3:5). Nuevamente se nos dice que “ninguno hay bueno sino uno: Dios” (Mateo 19:17); que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y que la ira de Dios está sobre tales (Juan 3:36). Esta es la condición de cada pecador no salvo a la vista de Dios, sea él rey o mendigo, alto o bajo, rico o pobre. Oh amigo mío… escucha la amonestación divina, “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano, deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7). Mira por fe al Cristo mientras el tiempo y la oportunidad son tuyas. “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10: 13). Tú tienes Su promesa, “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar” (Mat 11:28), y “al que a mi viene, no le hecho fuera” (Juan 6:37). Cristo recibe a los pecadoresporque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mat. 9:13). ¿Vendrás tú a Él?He aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). “Bienaventurados todos los que en Él confían”. (Salmos 2:12).

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