
“Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en Él; y Él hará” Salmo 37:4-5
¿Cómo me concede Dios las peticiones de mi corazón? Para responder este interrogante es necesario recordar una vez más que el propósito de la oración es escudriñar el corazón de Dios para conocer Su propósito y que yo pueda entrar en ese propósito para luego experimentar Su poder y participar en Su gloria… La mejor ilustración para esta afirmación es lo que sucedió con Jesús en Getsemaní, una vez Él dice amén a lo que entiende es la voluntad del Padre experimenta poder de Dios para ir a la cruz... en la cruz Él participó de la gloria del Padre al desplegar por medio de la cruz el amor, la justicia, la gracia y misericordia del Padre – ese es el propósito de la oración – es más importante lo que viene de arriba que lo que va de abajo hacia arriba.
Cuando oramos lo que escuchamos de parte de Dios siempre estará condicionado por aquello que yo quiero oír:
- Si yo oro con una mente cerrada, enfocada exclusivamente en lo que yo quiero no importa lo que Dios diga porque yo ya establecí lo que quiero escuchar, con un corazón así entramos en oración convencidos de que quiero es lo que Dios quiere. Orar así no es buscar la voluntad de Dios, sino más bien que Dios afirme lo que yo ya determiné.
- Si yo oro con una mente nublada por la ansiedad bien sea porque estoy saturado de compromisos – activismo – o porque no descanso en el Dios que me manda a descansar, en ese estado es imposible entender lo que oigo. A menos que yo pueda aquietar mi vida no podré aquietar mi mente y en este estado mi oración será infructuosa. Necesitamos quietud en nuestra vida, si mi mente está en desorden porque mis prioridades no están en orden en ese desorden es imposible que la voz de Dios sea claramente discernida… Necesito organizar mi vida estableciendo prioridades como Dios establece para entender lo que Dios me está diciendo.
- Si yo tengo una mente liberal yo voy a reinterpretar todo lo que Dios me diga… alguien cuya teología es abierta, está abierto a todo tipo de distorsión. Ejemplo, aquellos creyentes que están convencidos que es la voluntad de Dios que unan sus vidas a un incrédulo porque ellos pueden ser el medio que Dios use para la conversión de aquella persona.
- Finalmente, si yo oro con una mente sumisa – lo que menos tenemos – no queriendo lo que quiero, una mente que no viene por lo que quiere sino por lo que Dios quiere con toda seguridad podré discernir acertadamente cuál es la voluntad de Dios en aquello por lo que estoy orando.
Al orar ¿quieres la petición que estás a haciendo o quieres la voluntad de Dios en la petición que estás haciendo? Teniendo en cuenta este interrogante es necesario consolidar en nuestro corazón principios que nos permitan discernir con mayor facilidad la voluntad de Dios ¿Existe algo así? Sí, por la gracia de Dios y de ello aprenderemos en nuestra próxima entrega.