
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). ¿Pero cómo? ¿Puede acaso una orden simplemente producir gozo? No, pero las Escrituras muestran que los creyentes que conocen bien a Su Señor desarrollan una determinación a regocijarse. Si bien se nos ordena tener gozo, los recursos para hacerlo están fuera de nosotros mismos y solo se reciben a través de una unión con Cristo. Habacuc ejemplificó esto en días difíciles (Habacuc 3:17-18). Ejerció lo que hace mucho fue llamado «fe en acción»: una determinación vigorosa a experimentar todo lo que el Señor manda, incluyendo el gozo, y a usar los medios que Dios ha provisto para hacerlo… ¿Cuáles son esos medios a través de los que podemos experimentar el gozo?
En primer lugar, gozar de Dios significa disfrutar de la salvación que Él nos da en Jesucristo. «Me regocijaré en el Dios de mi salvación» (Habacuc 3:18). Dios se regocija en nuestra salvación (Lucas 15:6-7, 9-10, 32). Nosotros deberíamos hacer lo mismo. El gozo también surge cuando escudriñamos apasionadamente la Escritura. El Salmo 119 da testimonio de esto una y otra vez. El salmista se goza en los testimonios de Dios «más que en todas las riquezas» (Salmo 119:14; ver también los versículos 35, 47, 70, 77, 103, 162, 174). Piensa en las palabras de Jesús: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto» (Juan 15:11). ¿Está diciendo que Él encontrará Su gozo en nosotros para que nuestro gozo sea pleno, o que Su gozo estará en nosotros para que nuestro gozo sea pleno? Ambas cosas son ciertas. Solo podemos experimentar un gozo pleno en el Señor cuando sabemos que Él encuentra Su gozo en nosotros. De modo que para recibir este gozo se requiere una exposición máxima a Su Palabra, y luego dejar que esta more en abundancia en nosotros (Colosenses 3:16). Su Palabra es el alimento que necesita el alma hambrienta de gozo. Hay un gozo que se debe conocer en medio de la aflicción y a través de ella. Visto bíblicamente, la tribulación es la disciplina del Padre que usa el dolor y las tinieblas de la vida para moldearnos a la imagen de Aquel que padeció por el gozo que fue puesto delante de Él (Hebreos 12:1-2, 5-11; Romanos 8:29). Nos gloriamos y regocijamos en nuestros sufrimientos, dice Pablo, porque «la tribulación produce… esperanza» en nosotros (Romanos 5:3-4). El conocimiento de la mano firme de Dios en la providencia no solo trae estabilidad; también es una fuente de gozo.
Todo esto nos lleva a regocijarnos en Dios mismo. En Romanos 5:1-11, Pablo nos lleva de regocijarnos en la esperanza de la gloria de Dios (v. 2) al gozo que experimentamos en la tribulación (v. 3) y al regocijo en Dios mismo (v. 11). Esto le parece inconcebible al incrédulo porque ha sido cegado por la mentira de Satanás de que glorificar a Dios es el camino más seguro a la tristeza. Afortunadamente, Cristo revela que en Él sucede lo contrario… por tanto mis hermanos ¡Gócense! Sí, y tengan «alegría eterna sobre sus cabezas» (Isaías 51:11).