La fuente de todo bien

Publicado el 7 de marzo de 2024, 3:42

Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación” Santiago 1:17

Juan Calvino dijo: No bastará con sostener simplemente que hay Uno a quien todos deben honrar y adorar, a menos que también estemos persuadidos que Él es la fuente de todo bien, y que no debemos buscar nada en otro lugar sino en Él… No se hallará ni una gota de sabiduría y de luz, ni de justicia, ni de poder ni de rectitud, ni de verdad genuina, que no fluya de Él, y de la cual Él no sea la causa.

Cuando entendemos que toda buena dadiva y todo don perfecto viene de lo alto, entendemos que la oración es el grito de la fe como la de un niño. Cuando oramos, “Padre nuestro que estás en los cielos… Danos hoy el pan nuestro de cada día”, así como nuestro Señor nos enseñó (Mateo 6:9, 11), reconocemos que Dios es la única fuente de todo bien, y que ni nuestra preocupación, ni nuestro trabajo pueden darnos lo que necesitamos y deseamos sin Su bendición, y, por lo tanto, quitamos nuestra confianza de todas las criaturas y la colocamos solamente en Él (Catecismo de Heidelberg). El Señor nos enseña a acudir a Él con cada necesidad, con toda nuestra fragilidad, con todas nuestras preocupaciones. Sabiendo que Él es nuestro proveedor, debemos buscar de Él nuestra comida y bebida, salud, ropa, buenas relaciones familiares… debemos echar «toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros» (1 Pedro 5:7). 

Saber que Dios es soberano sobre toda circunstancia, y que tiene potestad sobre toda circunstancia tanto como para hacer que obre para bien nuestro y para gloria Suya fomenta la humildad, que es vital para la oración. Dios a través de Su Palabra nos recuerda que no importa cuán duro trabajemos, no podemos obtener nada a menos que lo recibamos de Su mano (Salmo 104:28; Juan 3:27). Ciertamente, no hay nada que nosotros podamos hacer sin que Él nos habilite. Podremos tener las más grandes habilidades y la lista más impresionante de experiencias y referencias, pero “Él es el que te da poder para hacer riquezas” (Deuteronomio 8:18). Incluso podríamos trabajar cada día con fuerza y habilidad, y fracasar en lograr nuestras metas ¿Por qué?Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmo 127:1). Por lo tanto, debemos confiar solo en Dios y buscar en Él todas las cosas buenas ¡Oh Padre bueno haz lo que sea necesario para que tengamos un verdadero sentido de dependencia constante de Ti!

Ocurre con mucha frecuencia que vamos a trabajar día tras día, compramos alimentos, tomamos medicamentos, pagamos facturas, disfrutamos de placeres, pero no le damos ni un pensamiento a Él y al hecho de que todo depende de Su voluntad. Nuestros corazones se enorgullecen, se olvidan del Señor, y con altivez dicen: «Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza» (Deuteronomio 8:17) y finalmente nuestra falta de oración es el clavo que termina de sellar el ataúd de nuestra muerte espiritual. Pero el hijo de Dios, el verdadero hijo de Dios, tiene el Espíritu de adopción clamando constantemente en su corazón, ¡Abba! ¡Padre! (Gálatas 4:6). El verdadero creyente sabe, por un instinto infundido por el Espíritu, que toda liberación del mal y disfrute del bien proviene de Su Padre. Y por eso ora. ¿Y tú? ¿Oras? ¿Son tus oraciones una búsqueda sincera de Aquel que es la fuente de todo bien?

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