
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en Su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” Salmo 1:1-3
Vivimos días en que la bendición de Dios es tomada muy a la ligera, tanto que prácticamente ha perdido su significado. La gente habla de sentirse bendecida, y de tener un día bendecido o una vida bendecida, cuando todo va bien y no hay nada demasiado complicado molestándoles en ese momento. La escuchamos al final de los mensajes de voz, como etiquetas en las publicaciones de las redes sociales, en letreros de negocio incluso en las calcomanías de los vehículos.
En otrora una expresión como: “Dios te bendiga” solía ser un clamor que evidenciaba el deseo de una dependencia humilde, un deseo de la obra de Dios en la vida de aquel receptor de esta bendición… pero ahora simplemente se usa como una declaración soberbia y presuntuosa de que Dios nos bendecirá sin importar como vivamos, sin importar como respondemos a Su instrucción. Dios ha bendecido, y Dios bendice, y oramos para que Dios siga bendiciendo, pero debemos recordar que Sus bendiciones son cosas serias y que no debemos tratarlas con ligereza. Dios se toma en serio Su bendición, y nosotros también deberíamos hacerlo. Dios no bendice a las personas con ligereza y tampoco lo hace indiscriminadamente; bendice a Su pueblo según Su fiel amor de pacto por nosotros, por tanto no todo el mundo es bendecido o bienaventurado, y la bendición de Dios no debe simplemente asumirse. Solo aquellos que están en un pacto con Dios son bienaventurados, y solo aquellos que han sido redimidos por Jesucristo son bienaventurados, porque Él cumplió con la condición mediante Su vida perfecta y Su muerte expiatoria sustitutiva. Los únicos bienaventurados son aquellos que están unidos a Cristo por la fe. Como creyentes, somos bienaventurados en Cristo porque Cristo tomó la maldición del pecado por nosotros y sufrió la ira de Dios en nuestro lugar. Si alguien no está en Cristo y nunca confía en Cristo, ya está condenado. Sus aparentes “bendiciones” redundarán en última instancia para su condenación.
Si estamos verdaderamente en Cristo, nos esforzaremos por mostrar el fruto de Cristo. Si creemos en el evangelio, nos esforzaremos por caminar de una manera que sea digna del evangelio. Si tenemos el Espíritu, nos esforzaremos por caminar en el Espíritu. Si amamos a Cristo, nos esforzaremos por seguir y obedecer a Cristo. Si amamos a Dios, nos esforzaremos por guardar los mandamientos de Dios. Si somos bienaventurados, nos esforzaremos por poseer y perseguir las características de las que habla Jesús en las bienaventuranzas, y cuando las demostremos en este mundo, seremos perseguidos. Pero si somos egocéntricos, de corazón duro, despiadados, divisivos y arrogantes, entonces no solo no somos bienaventurados, sino que tampoco somos salvos. Pero si las condiciones y características de las bienaventuranzas son verdaderas para nosotros, somos bienaventurados y bendecidos. Podemos tener entonces la seguridad de que Jesús es nuestro y nosotros somos Suyos, y de que nada puede separarnos de la condición presente o eterna de ser bienaventurados mientras vivimos nuestras vidas en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios, para la gloria de Dios.,