Bienaventurados: Los humildes

Publicado el 14 de marzo de 2024, 2:29

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” Mateo 5:5

La idea de ganar al mundo, ya sea como individuos o como nación, es tan antigua como la historia humana, el espíritu de aquellos constructores de la torre de Babel aún resuena a través de todos nuestros esfuerzos por sobresalir y hacernos de un nombre “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta los cielos, y hagámonos un nombre famoso” (Génesis 11:4). Este parece ser el objetivo de la humanidad caída, tanto individual como colectivamente: hacernos un nombre a través de la acumulación, los logros o la expansión de nuestras fronteras. Y cuando estas cosas son las búsquedas definitorias de una persona o de un pueblo, el carácter que en última instancia nos definirá como individuos será la avaricia y la arrogancia, nunca la humildad y la mansedumbre.

Dice el Salmo 37:9 “porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredaran la tierra” es evidente en este salmo que la ambición implacable de los malhechores por ganar las cosas del mundo contrasta abismalmente con la de los justos que entregan su camino al Señor y confían en Él “encomienda a Jehová tu camino, y confía en Él; y Él hará” (Salmo 37:5) sin importar cuanto empeño ponga el hombre en atesorar la tierra, finalmente la tierra no será ganada sino que se heredará, y esto sí que es una tremenda ironía, no serán los fuertes o arrogantes los que la hereden, la heredarán los humildes. Contrario a lo que muchos puedan pensar, la humildad no es debilidad. Tanto en el Salmo 37 como en las bienaventuranzas, la humildad es obediencia y sumisión a Dios. Una vez más, con el Salmo 37 a la vista, los malvados buscan ganancias a toda costa y aunque obtienen cosas que les darán un placer temporal, solo los humildes, los que se deleitan en el Señor (Salmo 37:4), heredarán la tierra.

Entonces, si esto es así ¿Cómo llegamos a ser humildes? Cada una de las bienaventuranzas son una declaración de lo que Dios concede a los que recibe en Su reino. Es Dios el que da la tierra por herencia, pero también es Él quien da la humildad que nos hace dignos de heredar la tierra. La humildad no es natural en nuestro estado caído, por ello es necesario que nos sea concedida, porque nosotros ni la tenemos ni la podemos producir, de hecho, ni siquiera la anhelamos. Cuando somos regenerados en el nuevo nacimiento la justicia de Cristo se nos acredita para nuestra justificación, y ciertamente la humildad es un atributo que Cristo posee en Su humanidad (Mateo 11:29) pero también la humildad o mansedumbre es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:23)… una vez más lo digo:  La humildad no es natural en nuestro estado caído, necesitamos nacer de nuevo para poder experimentarla y practicarla. Entonces, en nuestra justificación, la humildad de Cristo se nos acredita por la fe, y en nuestra santificación, el Espíritu Santo nos conforma a la imagen de Cristo, la cual incluye Su humildad. Así que la bendición de esta bienaventuranza es que aquellos que miran a Cristo con fe heredarán la tierra porque se les ha atribuido Su humildad y se les ha dado el don del Espíritu, quien nos conecta con Cristo y nos conforma a Su semejanza.

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