
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” Mateo 5:10
Jesús deja claro que las vidas de Sus discípulos inevitablemente invitarán al insulto y maltrato por causa de las cualidades distintivas ya destacadas en las anteriores bienaventuranzas. Es inevitable que viviendo como ha sido descrito la persecución no nos alcance (Juan 15:20). Pero esa realidad inevitable y desagradable lleva consigo una promesa que garantiza una recompensa eterna: comunión eterna con el Único Dios Verdadero. El sufrimiento que en esta bienaventuranza es descrito no tiene ninguna relación con los espinos y cardos de la caída en Edén (Romanos 8:18-25); tampoco es persecución debido a la hipocresía, la actitud crítica o la necedad. Definitivamente no se trata del delirio de persecución que tiene más que ver con la política de identidad que con el costo del discipulado. A pesar de esto, esta no es una invitación a trivializar la persecución de esa manera cuando hay hermanos que están siendo encarcelados por regímenes opresores y muriendo a manos de extremistas. Este sufrimiento que trae bendición es por causa de la justicia, una persecución por hacer la voluntad de nuestro Señor. Para recibir la promesa de esta bienaventuranza, la persecución debe ser por hacer Su santa voluntad (1 Pedro 3:8-17). Aquellos que son perseguidos por causa de la justicia están obedeciendo a Dios en medio de un mundo que no los respeta e incluso los rechazará. La persecución puede ser violenta y extrema, pero hay formas más sutiles como la burla, el desprecio, la marginación y la exclusión.
Cuando somos perseguidos por causa de la justicia y nos preguntamos si vale la pena, podemos permanecer firmes en que el Reino de los cielos es nuestro. Ser perseguidos por causa de la justicia, es una fuente de gozo porque en ella nos identificamos con nuestro Señor (Mateo 10:25) La persecución es también una señal que nos guía por el camino de Jesús: la cruz, el camino de la cruz no es una opción en la escuela de Cristo (Mateo 10:24-25). Todos los que vivan una vida piadosa serán perseguidos (2 Timoteo 2:12). Debemos dudar de nosotros mismos y de nuestro servicio a nuestro Señor cuando el mundo solo tiene cosas buenas que decir sobre nosotros (Lucas 6:26). La ausencia de persecución podría deberse a que encajamos demasiado bien en el mundo. Como dijo Dietrich Bonhoeffer: podría significar que hemos cambiado el discipulado por la ciudadanía.
Finalmente, la persecución da testimonio de nuestra unión con Cristo. En Filipenses 3:8-11, Pablo relata cómo el perseguidor se convirtió en perseguido, y aunque perdió todo lo que una vez tuvo en gran estima, ganó a Cristo y la justicia que viene por la fe. El propósito contar todo lo que no es Cristo como pérdida es conocer a Cristo y el poder de la resurrección de Cristo junto con la participación en los sufrimientos de Cristo, porque si queremos ser partícipes de Su vida es necesario llegar a ser como Él en Su muerte. La unión con Cristo significa participar en todas las cosas que son de Cristo, incluyendo el rechazo, la injuria y la persecución que Él sufrió. Si sufrimos con Él, el Reino de los cielos es verdaderamente nuestro. Y con este conocimiento, podremos perseverar con gozo en las pruebas y responder a nuestros perseguidores con una bendición (1 Pedro 3:9).