
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo ¡Gozaos y alegraos! Porque vuestro galardón es grande en los cielos, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” Mateo 5:11-12
La bienaventuranza final de Jesús nos dice que, si bien ser insultado es una parte difícil de una vida fiel, también es motivo de gran gozo. Aunque no es tan evidente, hay un cambio de enfoque en esta última bienaventuranza. Todas las bienaventuranzas anteriores estaban dirigidas a personas con ciertos rasgos: bienaventurados los pobres en espíritu, los humildes o los que procuran la paz. Pero esta bienaventuranza final está escrita en segunda persona: “Bienaventurados seréis…”. Ahora Jesús está diciéndole a Sus seguidores que esto es lo que nos va a pasar: nos van a insultar, nos van a perseguir, dirán toda clase de falsedades perversas contra nosotros, seremos agredidos verbalmente, acosados físicamente y difamados a causa de Cristo… y, cuando esto suceda, seremos bendecidos.
Ser insultado, perseguido o acusado falsamente puede que no parezca un camino de bendición, pero hay razones por las cuales debemos regocijarnos cuando somos perseguidos. Consideremos primero que, debemos regocijarnos porque tenemos el privilegio de participar en los sufrimientos de Cristo. “Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia” (Juan 15:18-19). Si somos insultados a causa de Cristo, entonces regocijémonos porque esto es una señal de que estamos en Cristo. También debemos regocijarnos porque soportar fielmente la persecución nos da una razón para ser contados entre los héroes de la fe que nos han precedido. Jesús les recuerda a Sus discípulos en ese momento y a nosotros ahora que no somos los primeros en sufrir persecución: “… así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:12). No solo participamos como personas que están en Cristo, sino que de alguna manera somos contados con todos los santos que han sufrido persecución por causa de Cristo. Cuando nos insultan por proclamar la verdad de Dios, somos contados entre ese grupo noble. Nuestra perspectiva cambia cuando miramos las vidas de aquellos que resistieron fielmente. Podemos quitar la mirada de la “aflicción leve y pasajera” a cambio enfocarnos en aquel “eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación” (2 Corintios 4:17). Podemos regocijarnos porque el insulto del hombre se convierte en alabanza de Cristo. El deshonor se convierte en gloria. El reproche se convierte en bendición.
Finalmente, podemos regocijarnos porque, al ser insultados, se nos promete una gran recompensa en el cielo. Los detalles de esa recompensa no se revelan completamente, pero podemos estar seguros de que Dios sabe cómo dar buenas dádivas (Mateo 7:11). Aunque experimentamos bendiciones de la gracia de Dios en esta vida, se nos dice que debemos enfocarnos en la recompensa que recibiremos en el cielo. Y debemos confiar en que las recompensas de Dios superarán con creces la persecución que soportamos aquí.