El verdadero éxito

Publicado el 21 de marzo de 2024, 2:48

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” Josué 1:8-9

En nuestra época infantil, nos encantaba oír palabras de ánimo de nuestros padres, madres, abuelos, profesores, etc.  La realidad es que, como adultos seguimos apeteciendo que nos digan que lo hemos hecho bien, disfrutamos que nos animen cuando hemos tenido éxito ¿Por qué sucede esto? Dios nos ha dado un deseo inherente de tener éxito. Queremos ser hombres, mujeres, padres, estudiantes, profesionales, empleados… incluso, cristianos de éxito… Anhelamos tener éxito no solo porque nos sentimos bien al tenerlo, sino porque sabemos que es bueno alcanzarlo. Queremos que nuestras vidas importen, y queremos que nuestro trabajo importe… Ansiamos ser apreciados, respetados y amados. No existe nadie que quiera hacer lo mejor posible y fracasar, pero sobretodo no queremos tener éxito en las cosas equivocadas. Queremos hacer las cosas correctas y que nuestras vidas marquen la diferencia en lo que realmente importa… Que nuestras vidas puedan dejar huellas indelebles que guíen y desafíen a otras generaciones después de que hayamos partido.

Existen personas que piensan que desear tener éxito es intrínsecamente pecaminoso… mientras que hay otros para quienes el éxito terrenal es lo único que importa y realmente vale la pena. Ambos extremos están equivocados. Lo cierto es que el deseo de tener éxito arraigado en cada uno de nosotros ha sido dado por Dios, y al esforzarnos por alcanzar el éxito según lo define la Biblia, damos gloria a nuestro Creador. Sin embargo, el éxito bíblicamente definido no siempre se parece al éxito según el mundo. Dios nos llama a ser fieles, porque ese es el verdadero éxito, es exitoso aquel que logra conocer y hacer la voluntad de Dios. Considerando la fidelidad, debemos tener presente que ser fiel siempre significa ser fructífero y exitoso a los ojos de Dios. Pero no siempre significa ser exitoso a los ojos de los hombres. Dios nos llama a ser fieles dependiendo cada día del Espíritu Santo para que prospere nuestro camino y tengamos éxito para Su gloria, no para la nuestra (Salmo 118:25). Ahora, si bien es cierto que el deseo de ser exitosos ha sido dado por Dios, también es cierto que Dios espera que cada uno de nosotros seamos mayordomos fieles de aquello que se nos ha confiado (1 Corintios 4:2) ejemplo: si entrenar para algún deporte está impidiendo que te congregues con tu iglesia local, no estás siendo un buen mayordomo. Si para mantener cierto promedio académico no estás involucrándote en el discipulado de la iglesia, no estás siendo fiel a tu llamado principal. Si estás abandonando a tu familia para lograr tus metas profesionales, a los ojos de Dios no estás siendo exitoso. Cuando no somos buenos mayordomos, el problema de fondo es que hemos definido el éxito de la forma que el mundo lo define. Eso es lo que nos lleva a vivir y a tomar decisiones como si importara más ganar el mundo, aunque perdamos nuestra alma, pensar así es una verdadera lástima porque nuestro Soberano Dios, puede hacer que alcancemos nuestro potencial sin sacrificar lo que es más importante.

La búsqueda éxito en el trabajo, en los deportes, o en los pasatiempos siempre tiene que estar en segundo plano en relación a nuestra búsqueda de Dios. Si la búsqueda de Dios no es lo primero, las demás cosas que busquemos serán ídolos que nos harán esclavos. Debemos ser fieles y trabajar con pasión, dando el máximo; pero no debemos no transar lo principal para lograr el éxito terrenal. A fin de cuentas, nuestra identidad y valía no está atada al éxito terrenal; está atada al evangelio y a la nueva identidad que Cristo compró para ti y para mí por medio de su sangre (Gálatas 2:2).

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