¿Y si es verdad que nadie se pierde?

Publicado el 1 de abril de 2024, 3:29

“¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla? Al encontrarla, la pone sobre sus hombros, gozoso; y cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: «Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido». Os digo que, de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento” Lucas 15:4-7

Hay algunos hoy en día que no creen que haya quien se pierda; rechazan por completo el concepto de estar perdido. Su postura soteriológica es universalista: creen que todas las personas irán al cielo de forma automática; la justificación no es ni por fe ni por obras, sino simplemente por la muerte, porque en verdad nadie está perdido. También, hay quienes dicen que, dando el tiempo suficiente, los perdidos eventualmente encontrarán su camino de regreso; solo necesitan ser dejados solos. Si este pensamiento es cierto, si nadie se pierde o si al final todos terminan encontrando su camino de regreso, entonces la misión de Cristo fue una pérdida de tiempo: la expiación de Cristo no era necesaria.

Jesús definió Su misión diciendo: «el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). No se limitó a decir que vino solo a salvar a los perdidos, sino que vino a buscarlos y salvarlos. Es decir, antes de que los perdidos puedan ser redimidos, ellos tienen que ser hallados. Es fácil engañarnos a nosotros mismos pensando que no hay nadie perdido, y una forma de hacer esto es hacernos a un lado de la búsqueda; esto es, asegurándonos de mantenernos desinformados sobre las necesidades del perdido, aislándonos para desconocer lo que realmente está pasando en el mundo… afanados y enredados en los negocios de la vida no nos detenemos de nuestro andar diario para encontrarnos con la miseria; pensamos que ya hay suficiente miseria en nuestras propias vidas y que no necesitamos buscar más. En tiempos de antaño era común ver a los médicos casa a casa buscando a los que estaban enfermos (igual que Cristo que vino a buscar a los que estaban enfermos) pero hoy nuestro sistema de salud se ha deshumanizado tanto que si el enfermo no busca al médico no tiene esperanza y muchas veces ni siquiera yendo al médico recibe una atención humanizada y empática. Por desgracia y vergüenza así también muchas iglesias locales: que cuelgan un letrero y simplemente esperan a que la gente venga a ellas. Congregaciones sin vida y sin capacidad de llevar vida a los que están muertos en sus delitos y transgresiones, gente acostumbrada a cumplir con un horario programado pero que al salir del edificio no pueden dar esperanza a los que no tienen esperanza, tan esclavos de la rutina como lo son los que no han creído y no han sido redimidos.

Jesús no tenía un edificio, Él no esperaba a que la gente se acercara a verlo. Su ministerio era de «andar por todas partes». Él salía a donde estaban las personas, aquellas ovejas que no tenían pastor. El ministerio de Cristo era un ministerio de buscar el dolor y a aquellos que estaban perdidos, y ese es también nuestro ministerio.

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