
Desde que Eva deseó más y sucumbió a la tentación de la serpiente, el descontento ha plagado nuestro mundo ¿Cuánto es suficiente? “Solo un poco más”, dijo John Rockefeller. Aun cuando tratemos de resistirnos al descontento constantemente estamos siendo bombardeados por la publicidad que intenta convencernos de que lo que tenemos ahora, de hecho, no es suficiente ¿Cómo enfrentar y vencer el descontento? El décimo mandamiento, “No codiciarás” (Éxodo 20:17), aborda justo el corazón de este problema, cuando el Señor le recuerda a Israel que Él es quien “te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre” (Éxodo 20:2). Él les había rescatado de la esclavitud, había demostrado Su dominio sobre la creación y todos los supuestos dioses de este mundo, y lo hizo por Su gran amor por ellos, no porque se lo hubieran ganado o merecido. El Señor no solo los redimió, sino que también les dio la tierra de descanso, con la promesa de satisfacer sus necesidades terrenales en los días venideros… Lo que aprendemos aquí es que el verdadero contentamiento se encuentra al conocer el carácter de Dios y Su historia de fidelidad, y al confiar en Su soberana sabiduría y bondad para proveer. Lejos de ser resignación pasiva a nuestro destino, el contentamiento piadoso es la certeza absoluta, el gozo y la gratitud de que Dios nos cuida personalmente y suple todas nuestras necesidades. El verdadero contentamiento significa estar satisfecho en Él, confiar en Su fidelidad y aferrarse a la verdad de que nada de lo que hay aquí en la tierra se compara con la herencia que nos espera en la eternidad. El verdadero contentamiento es someterse libremente y deleitarse en la provisión de Dios para nosotros, cualquiera que sea.
EL contentamiento piadoso consiste en un gozo genuino por la prosperidad de nuestro prójimo, un afán de dar a los necesitados y vivir vidas que testifiquen la presencia y el señorío de Cristo sobre nuestra situación y posesiones. Nuestro llamado no es simplemente a estar contentos con menos, sino a estar descontentos cuando nuestro prójimo no tiene suficiente, tanto que estamos dispuestos a dar de nuestras provisiones para satisfacer sus necesidades. Así es que el contentamiento consiste en mucho más que vivir por debajo de nuestras posibilidades. Entonces, ¿Cómo podemos escapar de la tendencia de «nunca es suficiente», y vivir como sal y luz en un mundo que nunca está satisfecho? La respuesta no se encuentra en la falta de deseo, sino en el deseo ferviente de las cosas correctas. Solo Cristo puede saciar nuestra hambre y apagar nuestra sed (Juan 6:35). Esto es porque Cristo lo obedeció todo y lo ganó todo, incluido el mismo cielo, que nos da gratuitamente por gracia, recibida por la fe sola. Al vivir, pues, con la conciencia de que Él se entregó por nosotros, de que está presente y de que nunca nos dejará ni nos abandonará (Hebreos 13:5), aprendemos y modelamos el contentamiento hasta ese último día en que lo heredaremos todo en Él. Por lo tanto, el contentamiento, no es simplemente desear menos, sino desear fervientemente lo que nunca puede ser quitado