
“Y el segundo es semejante a éste, Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39)
“Como a ti mismo” ¿Por qué Jesús agrega estas cuatro palabras? Es porque instintivamente buscamos hacernos el bien; nadie nos obliga a cuidar de nosotros mismos. El amor propio es natural, normal, se da por sentado… así como el amor propio es un hecho, Jesús dice que debemos amar a nuestro prójimo. Sin embargo, a causa de mi pecado, no quiero hacer el trabajo difícil de amarlo. No obstante, si yo amo a Cristo, debo amar a mi prójimo tanto como me amo a mí mismo, como si mi prójimo fuese yo mismo.
El tema del amor propio puede resultar incómodo para muchos cristianos ¿Acaso la Biblia no me llama a negarme a mí mismo y a poner a los demás primero? Sí, lo hace. ¿Acaso la Biblia no dice que el propósito de la vida es glorificar a Dios? Sí, lo dice. Cuando confiamos en Jesús, no perdemos la perspectiva de amarnos a nosotros mismos, sino más bien obtenemos la perspectiva correcta que debemos tener en cuanto al amor propio, es por ello que Jesús da por sentado que: ya que siempre buscas tu propio bien, busca el bien de tu prójimo con la misma intensidad.
Hay un amor propio tan preocupado y centrado en sí mismo que exalta mis necesidades, mis deseos y mis esperanzas por encima de Dios u otras personas, un amor propio que me ciega a mis errores y minimiza mi pecado, un amor propio cuyo objetivo es hacerme sentir mejor acerca de mí mismo, ese que me susurra al oído: “¡Eres asombroso, por lo tanto, siéntete bien contigo mismo!” este tipo de amor no nos ayuda a tener un buen punto de comparación con lo que dice Mateo 22:39. Este es un amor que nos exalta, minimiza nuestro pecado y nos hace altaneros... con toda seguridad que este no es la clase de amor propio que Jesús tenía en mente cuando dio este mandamiento, este es un amor propio pecaminoso y antibiblíco… Entonces, ¿Cómo es el tipo de amor propio que es bíblico y que me permite cumplir con el mandamiento de amar a mi prójimo correctamente?
Es un amor que honra a Jesús, que se niega a sí mismo y que es sensible al pecado… un amor radicalmente diferente. Un amor que no se ocupa tanto de sí mismo como para ignorar a los demás, que nos enfoca en el evangelio y no exclusivamente en nosotros mismos. Sólo esta clase de amor propio logra ver el valor de Dios y lo atesora… Cuando nuestros sentimientos están orientados alrededor de Cristo y no de nosotros mismos, todo cambia. Cuando amamos a Jesús, nos amamos mejor a nosotros mismos y podemos atender las necesidades nuestro prójimo como lo hacemos con nosotros mismos. Pero, cuando solo nos amamos a nosotros mismos e ignoramos a Jesús, hacemos de nuestras vidas un desastre.
Como es natural amarnos a nosotros mismos, pero no es normal hacerlo correctamente, reconozcamos nuestra necesidad en esta área y roguemos a Dios nos conceda la gracia y la fuerza de amarnos a nosotros mismos bíblicamente y de amar a nuestro prójimo con la misma sabiduría e intensidad.