Como yo os he amado

Publicado el 12 de abril de 2024, 3:40

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros” Juan 13: 34-35

Jesús enfatiza el hecho de que el mundo sabrá que somos Sus discípulos, no por nuestro amor al mundo, aunque ciertamente es cierto, sino por la manera en que nos amamos como hermanos, a través de lo que hacemos para demostrarnos el amor de hermanos en Cristo, demostramos cómo es el amor de Cristo.

El mundo cree que entiende el amor, pero no es así. Nuestra cultura define el amor como dar a las personas lo que quieran. Sin embargo, Jesús enseña que el amor conduce a la obediencia, y la obediencia es una evidencia del amor (Juan 14:21). El amor no se deleita en el mal, sino que se regocija en la verdad. Está atento a la voluntad del Padre. Desea el bien para los demás, pero ese bien siempre involucra a Dios y la obediencia a Su voluntad revelada. El amor incluso implica disciplina. El Señor disciplina a aquellos a quienes ama. Una iglesia que nunca disciplina, o corrige el pecado, es una iglesia sin amor. El amor en una iglesia también implica misericordia y paciencia, así como hemos recibido misericordia y paciencia debemos estar dispuestos a ofrecerla a nuestros hermanos. El amor cubre una multitud de pecados. Algunos de los miembros de la iglesia son fáciles de amar y algunos son difíciles. Y ese es el punto. Los fáciles de amar nos enseñan a amar los difíciles de amar, si el amor es paciente y bondadoso, como dice Pablo, podemos asumir que serán las personas que nos tientan a la impaciencia y a la falta de amabilidad las que mejor nos entrenen en los caminos del amor. El amor por la iglesia comienza en una iglesia local, un lugar con personas reales con dones y problemas reales.

El mundo amará y odiará lo que la iglesia llama amor. Si el mundo puede amar nuestras manifestaciones de amor lo más probable es que solo les estemos demostrando un amor falso y mundano, amarán aquello que conforme al pensamiento mundano es catalogado como amor. Este es un peligro que amenaza a toda iglesia local porque es bastante tentador promocionarnos como un lugar en donde todos se sienten complacidos. Pero si tenemos presente que el amor del Padre no está en el mundo, lo más probable es que cuando amemos como Dios ama seamos aborrecidos por aquellos que sólo buscan un lugar donde sentirse bien. Como iglesia solo podemos ofrecer una visión tenue del amor celestial cuando nos amamos los unos a los otros, como en un espejo. La buena noticia es que cuando nos amamos como Dios espera nuestro amor podrá reflejar a Aquel que ama de manera perfecta, a Aquel que algún día vendrá a recibirnos plenamente en Su amor. Ese es el corazón de nuestra fe y esperanza.

Uno de los propósitos de Dios para Su pueblo es modelar lo que Él espera de todos los pueblos. Dios ordena que todos los que están hechos a Su imagen lo amen a Él y que amen a su prójimo… es por ello que, Él usa especialmente a Su iglesia el pueblo adquirido por Dios (1 Pedro 2:9) para ejemplificar tal amor. Como iglesia estamos llamados a amar, pero en ese amor debe evidenciarse que hemos sido una nueva creación que aún en la manera como trata a su hermano busca la gloria de Dios.

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