Los discípulos lidian con sus tropiezos

Publicado el 23 de abril de 2024, 4:55

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:8-9

Como creyentes hay dos maneras de ver y lidiar con nuestros pecados y con las consecuencias de cada uno de ellos, podemos en primer lugar ser renuentes a reconocer nuestra pecaminosidad o por el contrario humilde y honestamente reconocerlo y confesarlo. No hay esperanza para quien toma la primera opción como modo de vida, bien dice la Escritura “el que encubre sus pecados no prosperara…” (Proverbios 28:13). Pero Juan nos dice: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” El contexto deja claro que confesar nuestros pecados significa estar de acuerdo con el diagnóstico de Dios: si Dios cataloga una conducta como pecado, confesar es estar de acuerdo con Su juicio y reconocer que hemos pecado.

¿Cómo confieso mis pecados? La mayoría de nosotros crecimos con la enseñanza católica romana que enseña la necesidad de confesar a un sacerdote para obtener absolución, pero el contexto del pasaje nos deja claro la enseñanza de Juan: primero debemos confesar nuestros pecados a Dios, porque solo Él puede perdonarnos y eliminar nuestra falta. Otros pasajes de la Escritura nos enseñan que, en ciertas ocasiones, es necesario confesar también nuestra culpa a aquellos que han sido dañados por nuestro pecado, para que la comunión que ha sido interrumpida por nuestro pecado pueda ser restaurada (Lucas 15:21), pero no hay ningún sustento bíblico que condicione la obtención del perdón al designio de un hombre (sólo Dios puede perdonar pecados). Lo que todos los verdaderos creyentes experimentan cuando confiesan sus pecados es que Dios es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Su fidelidad consiste en cumplir siempre lo que ha prometido: Dios cumplirá Sus promesas de perdón hechas a Su pueblo, promesas que fueron selladas con la sangre de Cristo (1 Juan 1:7). Por lo tanto, sabemos que la certeza del perdón no es una cuestión de “sentir” que hemos sido perdonados, sino de que Dios es fiel a lo que ha prometido y no puede fallar (2 Timoteo 2:13).

Juan agrega también que “Dios es justo” para perdonar nuestros pecados. La muerte expiatoria de Jesús es con toda seguridad el contexto de esta declaración. Dios hará lo correcto: nos perdonará y nos limpiará de todo mal, porque Cristo ya pagó por nuestra culpa. Entonces, Dios no sólo cancela nuestra deuda de pecado (perdón) sino que también elimina las manchas y las consecuencias del pecado en nuestra vida. Finalmente es necesario aclarar que el perdón que Dios nos promete a través de la confesión no es un estímulo para continuar pecando. El propósito de la manifestación del perdón y la gracia de Dios es para que vivamos una vida sin pecado. Cualquiera que abuse de la confesión como una válvula de escape para el pecado ciertamente nunca ha sido verdaderamente perdonado por Dios y se está engañando a sí mismo.

Valoración: 4.5 estrellas
6 votos

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios