
Muchos son los que consideran la fe cristiana como una práctica restrictiva incluso opresiva, experimentan un temor acerca de que el modo de vivir cristiano sea esclavizante al punto de quizás llevarles a una vida miserable. Es así como se sienten muchos adultos, pero mayormente aquellos hijos cuyos padres de repente han creído en Cristo y que ahora también les están “arrastrando” a ellos a aquella fe… muchos de estos hijos solo esperan por aquella oportunidad que les permita escapar de la supervisión e influencia de sus padres para lograr una vida de libertad. Sin embargo, aquella “libertad” que anhelan en verdad es esclavitud, y aquello que están categorizando como esclavitud es de hecho la verdadera libertad… no hay nada que pueda traer más libertad a tu vida que hacerte discípulo de Cristo, es más con toda seguridad te puedo decir: a parte de Jesús no existe la verdadera libertad, solo la esclavitud del pecado. A pesar que fuimos creados como seres libres para andar en libertad, cuando el hombre pecó y se rebeló contra Dios se descubrió a sí mismo bajo de un amo cruel: el pecado. Con la caída en Edén el hombre se convirtió en esclavo de sus propios deseos, él se hizo esclavo del pecado. Nuestra realidad es que por naturaleza amamos hacer todo aquello que nos constituye en enemigos de Dios, queremos ser libres huyendo de la única fuente de verdadera libertad: Dios. El hombre natural no es libre sino esclavo del pecado, él no puede hacer lo contrario, él debe ser liberado del poder del pecado que lo ata. Esta es la libertad del discipulado.
Jesús dijo: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Es solo cuando nos sometemos al señorío de Jesús y nos convertimos en Sus discípulos que experimentamos la verdadera libertad. Él rompe el poder del pecado en nuestras vidas y nos otorga la libertad bajo Su gobierno benevolente. Somos hechos libres para ser lo que Dios quiere que seamos: seres que están llenos de gozo indescriptible mientras le obedecemos y cumplimos los propósitos para los cuales Él nos creó. Aquí es cuando somos realmente libres. No es la falsa libertad de la anarquía, sino la verdadera libertad que se experimenta cuando vivimos la vida para la gloria de Dios como discípulos de Jesús. Esto es lo que Pablo nos dice en Romanos 6: 20-23: “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” Cuando nuestra esclavitud al pecado y la muerte se rompe por el poder de la gracia de Dios en Jesús, nos convertimos en esclavos (discípulos) de Jesús. Sólo que esta es una servidumbre gozosa, porque entramos en la gozosa libertad de los hijos de Dios.
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