
Jesús dijo: “A vosotros os es concedido conocer los secretos del reino de los cielos” (Mateo 13:11) y “a todo aquel a quien se le ha dado mucho, mucho se le demandará, y a aquel a quien se le ha confiado mucho, más le demandará” (Lucas 12:48). Dios ordena que salgamos de la comodidad y conformismo de nuestro ensimismamiento y encontremos a los a los que sufren y los ayudemos a vivir una vida ocupada no en la búsqueda de una solución temporal para nuestros problemas que son temporales, sino a ocuparse de buscar la gloria de Dios a través de TODAS sus circunstancias. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo anhelan un pueblo que desborde de gozo y llene los corazones de las personas sedientas de este mundo que están absolutamente consumidas por la falta de esperanza.
El plan de Dios es rescatar a los hombres, por medio del sacrificio de Cristo. Él está reuniendo una multitud, una herencia pura, perfecta e irreprensible, para unirse a Él en un rio de gozo y placer que nunca cesa. Él está empeñado en reunir almas llenas de gratitud que tengan como suma ambición adorar al Hijo eternamente en el gozo del Espíritu Santo. Dios es amor y el deseo del amor es inundar de deleite a aquellos que han entrado en la comunión de compartir el sufrimiento de Su Hijo. Y pronto, quizás antes de lo que pensamos, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo cumplirán Su deseo. Quizás antes de lo que pensamos, Dios cerrará el telón sobre el pecado, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, y un día todo esto simplemente ya no será más y todo sucederá en un abrir y cerrar de ojos. La victoria del Señor sobre este mundo será el levantamiento del velo que hasta ahora nos hace ver parcialmente y lo veremos a Él y seremos como Él… veremos a todos aquellos cuyas almas fueron ensanchadas debido al sufrimiento inundados en plenitud por el gozo, el placer, la adoración y el servicio en el cielo. Sus almas serán grandes y espaciosas porque eligieron jactarse de su aflicción en lugar de hundirse en la tristeza y la autocompasión.
Romanos 8:18 dice que podemos considerar que nuestros sufrimientos presentes no son dignos de compararse con la gloria que será revelada en nosotros. Cuando tengamos un cuerpo nuevo, perfecto y glorificado, estaremos de pie ante el Salvador y sosteniendo sus manos traspasadas por clavos podremos finalmente decir “Gracias, Jesús” y seremos conocidos por Él por la comunión que ahora compartimos en Sus sufrimientos. Podremos dar gracias por todos ellos, porque son nuestros sufrimientos los que nos llevan a apoyarnos en Cristo y a descubrir cuán fuerte es Él, esto nunca sucedería sin la presencia necesaria del sufrimiento en nuestras vidas. En ese momento Cristo abrirá nuestros ojos a la gran fuente de gozo que hay en Su corazón para nosotros, más allá de todo lo que jamás hayamos experimentado en la tierra, Él enjugará nuestras lágrimas. Esta ciertamente es una esperanza bienaventurada, una esperanza que no desilusiona y es por causa de esta esperanza que podemos prevalecer a través de todo sufrimiento. Oh Señor que los que aún no te conocen puedan ser iluminados para que te conozcan y sepan de esta esperanza a la que tú nos has llamado. Amén
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