
“En cuanto a mí, busco la ayuda del Señor. Espero confiadamente que Dios me salve, y con seguridad mi Dios me oirá. ¡Enemigos míos, no se regodeen de mí! Pues, aunque caiga, me levantaré otra vez. Aunque esté en oscuridad, el Señor será mi luz. Seré paciente cuando el Señor me castigue, porque he pecado contra Él. Pero después, Él tomará mi caso y me hará justicia por todo lo que he sufrido a manos de mis enemigos. El Señor me llevará a la luz y veré su justicia” Miqueas 7:7-9 NTV
Es bastante curioso este discurso de Miqueas, y es un dialogo en el que todos podemos identificarnos. Él reconoce que ha pecado y por causa de su caída sus enemigos se están regodeando de él… el enemigo de nuestras almas se divierte cuando caemos, Oh con qué frecuencia el diablo y otros vendrán a nosotros a burlarse de nuestro tropiezo… pero Miqueas dice: “Seré paciente cuando el Señor me castigue, porque he pecado contra Él” él está reconociendo su culpabilidad y está dispuesto a soportar la justa indignación del Señor, pero de ningún modo está desesperanzado. Él está dispuesto a esperar el tiempo necesario hasta que Dios se convierta en el Dios de su salvación.
El profeta se ve a sí mismo en tinieblas, tanto como nosotros nos hemos sentido las veces en que hemos pecado contra Dios. Es un sentimiento terrible, la culpa es sofocante tanto que muchas veces la muerte parece ser un mejor remedio para acabar con esta naturaleza que nos ha llevado a hacer el mal que no queremos. Pero a pesar de todo, esa culpa dice: Dios será una luz para mí… y eso no lo puede decir sino solamente un pecador justificado. Porque sólo aquel que ha sido lavado por la preciosa sangre de Cristo y declarado por Cristo justo delante del Padre puede ser valiente con el diablo y valiente aún con su propia alma que nos condena después de haber pecado. Solo un pecador justificado puede pararse delante de aquellos enemigos que se regodean por su caída y decir con toda seguridad: “Dios tomará mi caso y me hará justicia” ¡Tengo un abogado! Uno que puede compadecerse de mi condición porque como hombre lidió con la tentación y venció sobre ella ¿Puedes entender lo que está sucediendo? Después de la caída es correcto sentirnos culpables, pero también podemos tener el valor de decir: Dios está enojado conmigo, pero también Él intercede por mí… Si Miqueas podía tener esa certeza sin conocer a plenitud el Evangelio y la obra de Cristo ¿Cuánto más nosotros que estamos de este lado de la cruz y sabemos quién es el Intercesor?
Un pecador justificado puede decir al diablo y a su propia alma: es cierto, pequé. Dios está enojado conmigo. Sí, me siento culpable… las tinieblas me asfixian, pero aun así veo un poco de luz: ¡Dios va a ser mi salvación, Él va a interceder por mí… Él va a ejercer juicio sobre ti… así que no te regocijes de mí! Porque en nuestra lucha por el gozo en Dios no luchamos para ser justificados, sino que luchamos como pecadores justificados.
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