
Muchas personas definen la depravación relegándola simplemente a infracción de la ley de Dios, pero cuando examinamos el fondo y no meramente la forma de nuestra miseria podremos darnos cuenta que nuestro principal problema no es la infracción de la ley de Dios.
Consideremos la ley moral que es la que nos atañe a nosotros en este tiempo, el primer mandamiento inicia con una palabra: Amarás, y esa palabra la hemos reducido a acciones y por ello decimos que amar es obedecer. Es cómodo para nosotros verlo de ese modo porque no deseamos que nuestro corazón sea impugnado… con esto en mente es posible decir que el centro de nuestra depravación es nuestro amor hacia Dios, somos depravados porque por naturaleza no le amamos, y porque no le amamos no podemos guardar Sus mandamientos. Jesús dijo sobre este punto: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Juan 14:15) Eso no significa que amarle sea igual a cumplir Sus mandamientos. Significa enfáticamente lo contrario, no cumplimos Sus mandamientos porque no le amamos. ¿Cómo así? el amor debe existir y es de ese amor que Dios espera que surja nuestra obediencia a Sus mandamientos. No se trata meramente de cumplir externamente el mandamiento… la obediencia que agrada, que complace a Dios es aquella que brota del amor que tenemos por Él. Por tanto, esta frase podemos dividirla en dos partes "Si me amas", eso es primero, "me obedecerás" Eso es lo segundo y ese es el problema, la obediencia es secundaria.
Infringimos la ley de Dios cuando la obedecemos a regañadientes, esto que estoy diciendo es sumamente importante: Obedeciendo estamos infringiendo la ley de Dios… ¿Por qué? Porque la razón de nuestra obediencia es cualquier motivo y no principal y exclusivamente que amamos a Dios con todo el corazón, fuerza y mente. Cuantos pueden ser contados que a pesar de que odian los mandamientos aun así los cumplen, y los cumplen no porque Dios sea Su tesoro sino porque quieren tener aquella reputación de “persona piadosa” si lo vemos desde esta perspectiva encontraremos que es una decisión bastante ridícula. La razón por la que Sus mandamientos nos son gravosos e incluso fastidiosos es porque no le amamos a Él… Amar a Dios es una transformación tan profunda de lo que prefieres, que se quita la carga. Cristo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29) Descanso para sus almas, el reposo ocurre porque lo amas, porque no hay nada que desees más que a Él, o como diría el salmista: “¿A quién tengo yo en el cielo sino a ti? Y fuera de ti no hay nada que desee en la tierra” (Salmo 73:25). Así que no estoy hablando de violar la ley cuando defino mi depravación principalmente porque puedo obedecer la ley de Dios regañadientes y eso no es una señal de amor a Dios.
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