
“Espantaos, oh cielos, estén horrorizados, oh cielos, ante esto: porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y se han cavado cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” Jeremías 2:12-13
Aquí vemos la descripción de aquellos que por alguna circunstancia o evento probaron a Dios y dijeron: “No me interesa”… La televisión satisface, Internet satisface, la comida satisface, el sexo satisface, los amigos satisfacen, el matrimonio satisface, los hijos satisfacen, el dinero satisface, la estima en el gremio satisface, crecer socialmente satisface, construir una casa satisface… no Dios. Esa es la naturaleza de mi depravación. Esto no tiene nada que ver con el hacer, el hacer es secundario, eso tiene que ver con aquello que tiene preeminencia en mis afectos. Por ello Cristo dijo “El que ama a padre o a madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37).
Juan definiendo la depravación lo hizo de esta manera: “La luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz” (Juan 3:19) ahí está el problema, no dice que la luz vino y no obedecimos (aunque eso es cierto) dice que la luz vino y no nos gustó…. No la amamos, porque por naturaleza nos gusta la oscuridad… esto es así: vivimos en una burbuja de ceguera y oscuridad depravadas. Estamos apegados a cosas que consideramos “tesoros” pero cuando la gracia llega a nuestras vidas y por el poder del Espíritu Santo a través del evangelio nuestros ojos son abiertos a la realidad y la gracia de Dios estalla esa burbuja de ceguera y la luz brilla sobre nosotros y miramos hacia abajo, por primera vez podemos ver que aquel “tesoro” no es más que basura comparado con el resplandor del verdadero tesoro que es Cristo (Filipenses 3:7-8) ¡Basura! Que he estado atesorando y venerando tanto tiempo, pensando que es hermosa, satisfactoria y un verdadero tesoro. Dar el lugar que corresponde después de Cristo eso es santificación (te has apartado para adorar y servir exclusivamente al Único Dios Verdadero).
Entonces cuando nos preguntamos ¿Qué me pasa? O ¿Qué pasa conmigo? Una respuesta teológica para esa pregunta es: “Soy un depravado” Lo que quiero decir es que yo, por naturaleza, prefiero adorar la creación de Dios que, a Dios, esa es mi caída y con toda seguridad tu caída también. Dale un nombre a tu ídolo, todos son diferentes, pero todos los tenemos ¿Puedes resolverlo? No es posible hacerlo una sola vez, es una cuestión de tomar la cruz cada día, negarnos a nosotros mismos cada día y preferir, atesorar y adorar a Cristo por encima de todo. Los ídolos vienen hacia ti todos los días y debes decidir: serás un idólatra o un adorador del Dios vivo… es una decisión que debe ser hecha cada día.
Añadir comentario
Comentarios