
El evangelio es una oferta a la fe ¿Lo tendrás? ¿Lo tendrás como tu tesoro? ¿Lo tendrás como tu Salvador? ¿Lo tendrás como sustituto? ¿Lo tendrás como tu Señor y el mayor tesoro de tu vida? Si dices, imperfecta y rápidamente “Sí, lo tendré”, ¿sabes lo que estás obteniendo? Obtienes el perdón. Hechos 10:43: “Todo el que cree es perdonado”. Serás declarado justo en Su presencia Romanos 3:28: “Justificados por la fe”. Te “reconcilias con Dios” (2 Corintios 5:20). Te adoptan en Su familia. Romanos 8:15-16: “No recibisteis el espíritu de esclavitud para volver a temer, sino que habéis recibido el espíritu de adopción como hijos, por quien clamamos: ¡Abba! ¡Padre!' El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios”. Recibes santificación en el camino hacia la glorificación segura, y lo mejor de todo, según 1 Pedro 3:18, recibes a Dios. Dios es el evangelio al final.
Son grandiosas noticias, pero hay un problema: No lo creerás, no creerás que estás muerto en delitos y pecados. Amas la gloria de tu “libertad”, tu alardeada autosuficiencia. Amas las cosas en lugar del Creador y estás contento por ello… ¡No hay esperanza! Pero esto es lo grandioso, en aquella última cena, Jesús levantó la copa y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20) ¿Sabes qué es el nuevo pacto? Él está etiquetando esta copa que representa Su sangre como la garantía de ese nuevo pacto, pero ¿Qué es el nuevo pacto? es esta promesa del Antiguo Testamento que dice: “les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne”. Esa es la gracia soberana… está es la única manera en que podemos ser cambiados.
Un corazón de piedra que está muerto es incapaz de amar a Dios, deleitarse en Dios, magnificar a Cristo, y sólo puede desperdiciar su vida viviendo para las cosas vanas y temporales…. Pero Cristo en la cruz ha pagado para que todo aquel que crea pueda tener un nuevo corazón. Y Él viene a ti y toma tu corazón mediante la predicación del evangelio y el poder del Espíritu, saca el corazón de piedra y pone en su lugar un corazón de carne, inclinado a Dios como supremamente valioso, inclinado a creer en Jesús, inclinado a atesorar a Jesús, inclinado a disfrutar de Jesús, inclinado a contentarse con Jesús… Eso es lo que trae el evangelio porque es la sangre del nuevo pacto, y el nuevo pacto no es condicional, crea lo que ordena. Dios ha dicho: “y les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. Haré con ellos un pacto eterno, de que Yo no me apartaré de ellos para hacerles bien, e infundiré Mi temor en sus corazones para que no se aparten de Mí” (Jeremías 32:39-40).
Gracias a la sangre de Cristo, nuestros dos problemas se resuelven: la vida desperdiciada que viviríamos si quedáramos en nuestra depravación, prefiriendo la creación al creador es resuelta. La ira de Dios, la justicia de Dios son totalmente satisfechas por la sangre de Jesús y Su sepultura… mi condenación, mi depravación, mi ceguera, mi muerte, mi dureza, mi falta de voluntad, mi esclavitud son destrozadas por la gracia soberana de Dios mediante la predicación del evangelio, por el poder del Espíritu en el cumplimiento de las promesas del nuevo pacto compradas por la sangre de Jesús. Eso es lo que nos debe pasar a nosotros para que al final nuestras vidas no sean desperdiciadas… y sólo el evangelio puede hacerlo.
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