
Si lo que hemos aprendido que Dios ha hecho en Cristo por nosotros es el evangelio, ¿Cuál debería ser mi respuesta al evangelio? Comúnmente se identifican dos maneras de responder al evangelio: creer y vivir conforme el evangelio nos llama a vivir, o rechazarlo y seguir viviendo como nosotros creemos que debemos vivir. Puede que visto rápidamente sea así, pero cuando profundizamos un poco más es posible ver que en realidad existen dos maneras de rechazar a Dios y Su evangelio que deben distinguirse una de la otra: se puede rechazar a Dios rechazando Su ley y viviendo a nuestro antojo, pero también puede rechazarse a Dios abrazando y obedeciendo la ley de Dios como una manera de ganar la salvación. El problema de esta segunda opción es que la gente de este último grupo –la que rechaza el evangelio en favor del moralismo– da la impresión de que está tratando de obedecer la voluntad de Dios, pero no lo está haciendo en los términos que Dios demanda que sea obedecida.
Ampliando un poco más sobre cada respuesta al evangelio podemos decir que muchos responderán a él rechazando a Dios como Señor y Salvador e ignorándole completamente…. Otros evitaran a Dios como Señor y Salvador desarrollando una rectitud moral para presentársela a Dios en un esfuerzo por demostrar que Él les “debe” o que está “obligado a”, mejor dicho, Dios debe estar agradecido y casi en deuda con estos hombres y mujeres ¿Cómo podría negarles el cielo a personas tan rectas?... y finalmente tenemos los que en verdad creen en el evangelio, a la verdad un grupo bastante pequeño en comparación con los otros dos. Aquí son contados aquellos que por la gracia de Dios pueden reconocerse como gente que no tiene nada para dar a Dios, gente espiritualmente en banca rota (Mateo 5:3), que saben que Dios no les debe nada y que se humillan delante de Él reconociéndole como Señor y Salvador confiando en que por gracia Dios les declare justificados a través de Jesucristo de modo que, si hemos de gloriarnos que sea en la gracia del Señor y no en nuestras obras (1 Corintios 1:30)
¿Es este un tema que surgió sólo a partir del Nuevo Testamento? ¿Cómo contaban las obras en el Antiguo Testamento? Cuando Dios libera a los israelitas de la esclavitud en Egipto, primero los saca y luego les da la ley para que la obedezcan. La obediencia a la ley es el resultado de su liberación y elección, no la causa de ella (Éxodo 19:4-5) pero aun cuando en su carne estaba la señal del pacto (circuncisión) Dios les describe como un pueblo incircunciso de corazón, su obediencia sólo era una señal externa… una herramienta para “mantener” a Dios obligado en el pacto (Jeremías 4:4) pero no una demostración de amor hacia Él. Fue necesario el Nuevo Testamento para entender lo que significa la verdadera circuncisión: adoradores que adoran por medio del Espíritu, que confían en lo que Cristo hizo por nosotros y no depositan ninguna confianza en el esfuerzo humano (Filipenses 3:3). El circuncidado de corazón no depende de guardar la ley para su seguridad ante Dios. Entonces es claro que desde el Antiguo Testamento están las tres maneras de responder a Dios: (1) literalmente incircunciso (incrédulos que no se someten a las leyes de Dios); (2) circuncidados únicamente en la carne (sometidos a la ley de Dios, pero confiando y dependiendo de ella) y (3) circuncidados en el corazón aquellos (sometidos a la ley de Dios como respuesta a la gracia salvífica de Dios)… De todo esto podemos decir: si buscas estar bien con Dios por medio de tu moralidad y religión, no estás buscando a Dios para tu salvación porque reconoces tu miseria espiritual; estás usando a Dios como un medio para lograr tu salvación.
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