Cuando no sabemos qué hacer

Publicado el 21 de julio de 2024, 4:52

Uno de los grandes problemas que como pueblo de Dios tenemos con aquella mal llamada teología de la “confesión positiva” es lo horrible que hacen que el sufrimiento y la muerte sea para tantos creyentes. Hay tantos eventos que no controlamos que pueden colocar a nuestros cuerpos en riesgo de muerte o provocar dolor físico y emocional, y cuántos creyentes hay que lidian con circunstancias dolorosas producidas por estos eventos… la terrible realidad que acompaña la mayoría de estas circunstancias es el hecho de pertenecer a una congregación que no cree que sea la voluntad de Dios que deban morir a esta edad o que vivan lo que están viviendo y nunca se reúnen a su alrededor para consolarlos, ayudarlos y animarlos sino que sólo se acercan para decirles: “si tuvieras fe podrías sanarte“ “si tuvieras fe podrías salir bien de esta circunstancia” o peor aún “si tuvieras suficiente fe, no estarías en esta situación”.

Esto es terriblemente destructivo para muchas personas en las últimas semanas y días de su vida o de la vida de algún ser querido. Es terrible porque no tienen una teología enfocada en cómo el Espíritu Santo puede ayudarnos tan maravillosamente en estos momentos cuando no sabemos cómo orar por que ignoramos lo que va a suceder. Piensa un momento considerando esto, cuantas personas conoces que están en situaciones dolorosas y que no saben qué vendrá después… quizás tú mismo estés en esa situación: no saben si van a conseguir un empleo, no saben si esa enfermedad los llevará a la muerte o si este matrimonio se reparará…. No lo saben. Pensemos una vez más en Pablo, cuando estuvo en la prisión de Roma, desde ese terrible lugar él dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Más si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” (Filipenses 1:21-24) Así que, al menos durante una temporada, Pablo estuvo muy perplejo sobre qué pensar o cómo orar: “quisiera partir ya y estar con Cristo porque eso es muchísimo mejor que cualquier otra cosa… pero si me quedo, sería muy bueno para que las iglesias se edifiquen un poco más”. Durante un tiempo parece que no lo sabe, y eso se debe a la realidad de que está en prisión y está siendo presionado y su cuerpo quisiera alivio y libertad. Y nuestra situación a menudo es así.

Ahora consideremos otra realidad para ilustrar el tipo de ignorancia que tenemos cuando somos obedientes a Cristo: muchos creyentes jóvenes están siendo llamados por el Señor para ir al campo misionero en lugares donde predicar el evangelio pondría sus vidas en riesgo de muerte… el llamado es irresistible, sus familiares más cercanos consideran una locura correr ese riesgo ¿Cómo orarías tú por ellos? ¿Cómo los animarías? El llamado que están sintiendo es la respuesta de Dios a aquellos que en esos lugares donde no es permitido el cristianismo claman para que Dios envíe obreros a Su mies. Habrán circunstancias en que obedecer a Cristo nos llevará a poner en riesgo nuestras vidas de algún modo ¿qué hacemos… permanecemos en el peligro o huimos del peligro para estar “seguros”? No huyas por temor servil, sino más bien porque huir es una ordenanza de Dios que abre una puerta para el escape de algunos; la puerta es abierta por la providencia de Dios y el escape es permitido por causa de la Palabra de Dios… A Pablo en muchas ocasiones Dios le permitió huir, al igual que a Cristo y por un tiempo más pudieron seguir llevando el evangelio. El Espíritu Santo evidentemente sabe lo que debe suceder. Nosotros no sabemos lo que debe suceder. Pero sabemos una cosa: “Queremos que Cristo sea magnificado en nuestros cuerpos, ya sea por vida o por muerte”, como dijo Pablo en Filipenses 1:20. Nosotros no sabemos, pero el Espíritu Santo sabe cuál es la mejor manera en que Cristo sea magnificado en nosotros en medio de nuestras circunstancias, y Él le pide al Padre que lo haga, porque para ello nos ha sido dado: para que el Hijo sea glorificado (Juan 16:14)

 

¿Por qué saber esto debería animarnos a nosotros en aquellos momentos de dolor en los que definitivamente no sabemos qué hacer o cómo orar? Eso lo aprenderemos en una próxima entrega.

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