
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis… Vosotros, pues, oraréis así ” Mateo 6: 5-9a
La vida es una combinación de cosas espectaculares y cosas sencillas. En la vida de casi todo el mundo hay cosas impresionantes y cosas aburridas. Cosas fantásticas y cosas familiares. Cosas extraordinarias y cosas ordinarias. Cosas asombrosas y cosas cotidianas... Así es la vida. Y, si se mira de esta manera, así está estructurado el Padre Nuestro… es difícil no notar que tiene dos partes, en él se enlistan seis peticiones en dos secciones: en la primera parte se pide por el Nombre, el reino y la voluntad de Dios; en la segunda parte se pide por nuestro alimento, perdón y santidad. Se puede ver y sentir la diferencia entre estas dos mitades: Las primeras tres peticiones llaman nuestra atención a la grandeza de Dios y las últimas tres a nuestras necesidades. Las dos mitades transmiten una sensación muy diferente… La primera mitad es majestuosa y elevada, mientras que la última es mundana y humilde. En otras palabras, existe una correspondencia entre el contenido de esta oración y el contenido de nuestra vida: lo grande y lo pequeño, lo glorioso y lo común, lo majestuoso y lo mundano, lo sublime y lo humilde. Dios ha puesto eternidad en el corazón del hombre, y aun así el hombre no alcanza a entender lo que Dios ha hecho de principio a fin (Eclesiastés 3:11) Entiendo que eso significa que el mundo y el alma humana están iluminados con maravillas vinculadas a la eternidad y, sin embargo, nuestras experiencias monótonas, ordinarias y mundanas nos impiden ver estás maravillas. Incluso nosotros, los creyentes en quienes mora el Espíritu Santo de Dios, decimos: “Tenemos este tesoro en vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Nuestro espíritu está vivo con el Espíritu de Dios, pero nuestros cuerpos están muertos a causa del pecado (Romanos 8:10).
Así es la vida. Y así es esta oración: iluminada con la eternidad y entretejida con la vida cotidiana. Ahora, parafraseare un poco el contenido del Padre Nuestro:
- Verso 9: Padre, haz que tu gran y santo nombre sea honrado, reverenciado, estimado y atesorado sobre todas las cosas en todo el mundo (incluyendo mi corazón).
- Verso 10: Y haz que tu gobierno glorioso, soberano y real domine sin obstáculos en todo el mundo (incluso en mi corazón).
- Verso 10: Y haz que tu voluntad, toda sabia, toda buena, toda justa y toda santa, se haga en todo este mundo, tal como los ángeles lo hacen perfecta y gozosamente en el cielo, y haz que suceda en mí.
Esa es la parte más impresionante de la oración. Y cuando oramos con ella, somos llevados a cosas grandiosas, cosas gloriosas, cosas eternas. Dios quiere que esto suceda. Él quiere que tu vida se amplíe de esa manera. Se enriquezca de esa manera. Se expanda, se ennoblezca y se eleve de esa manera.
Pero luego oramos,
- Versículo 11: Padre, no te pido riquezas, te pido pan, lo suficiente para vivir. Quiero vivir, quiero estar sano, tener un cuerpo y una mente que funcionen. ¿Me darías lo que necesito para mi cuerpo y mi mente?
- Versículo 12: Y, Padre, soy un pecador y necesito ser perdonado todos los días. No puedo vivir y prosperar con la culpa. Moriré si tengo que soportar mi culpa todos los días. Sé que no merezco el perdón, y por tanto no tengo derecho a negárselo a nadie. Dejo ir todas las ofensas contra mí. Por favor, ten misericordia de mí y perdóname y déjame vivir en la libertad de tu amor. Y, por supuesto, nosotros ahora sabemos lo que Jesús sabía cuándo dijo esto. Sabía que Él también diría de Su muerte: “Esta es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mateo 26:28). Cuando oramos por el perdón, lo esperamos no solo porque Dios es nuestro Padre, sino porque nuestro Padre dio a Su Hijo para morir en nuestro lugar.
- Verso 13: Padre, no quiero seguir pecando. Agradezco el perdón, pero Padre, no quiero pecar. Por favor, no me dejes caer en las redes de una tentación abrumadora. Líbrame del mal. Guárdame de Satanás y de todas sus obras y todos sus caminos. Concédeme caminar en santidad.
Esa es la parte terrenal de esta oración: La lucha cotidiana, mundana y esencial de la vida cristiana. Necesitamos alimento, perdón y protección contra el mal.
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