
Tarde o temprano la vida te abrumará con presiones y problemas: problemas materiales (como el pan de cada día), problemas relacionales y mentales (como el perdón de nuestras deudas), problemas morales (como caer en la tentación). Y lo que quiero que tengas presente es esto: tienes un Padre. Él es mil veces mejor como Padre que el mejor padre humano. Su paternidad significa que se preocupa por cada uno de esos problemas, y te invita a hablar con Él sobre ellos en oración y a acudir a Él en busca de ayuda. Él sabe lo que necesitas (Mateo 6:32). Es de este modo como debemos abordar nuestros problemas, sin importar de que tipo sean (material, relacional, moral… etc) debemos ir al Padre, Hacerlo es correcto y bueno.
Pero Jesús nos ofrece mucho más en esta oración. A través de esta oración Él está atacando indirectamente a nuestros problemas porque Él nos está otorgando un remedio, no una liberación completa de todos los problemas de esta vida, pero sí un remedio poderoso ¿Cómo así? las tres primeras peticiones del Padre Nuestro, especialmente la primera petición son el remedio más poderoso para hacer frente a todos nuestros problemas. Dios te creó, te llamó y regeneró para que seas parte de la santificación de Su nombre, de la extensión de Su reino y para que Su voluntad se haga en la tierra tan perfecta y gozosamente como los ángeles la hacen en el cielo; al mismo tiempo Él colocó en ti la necesidad de pan, la necesidad de perdón y la necesidad de santidad. En otras palabras, fuiste creado para algo magnífico y para algo mundano. Te creó para algo espectacular y para algo simple. Él ama y honra ambos propósitos. Pero lo que a menudo no vemos es que cuando perdemos de vista la grandeza de Dios y de Su nombre y de Su reino y de Su voluntad, perdemos nuestro equilibrio en la vida y nos vemos abrumados mucho más fácilmente por los problemas de lo mundano.
Al enseñar a Sus discípulos a orar de este modo, siguiendo esta estructura es como si intrínsecamente Él quisiese asegurarse de que no perdamos de vista la supremacía y la centralidad de santificar el nombre de Dios en nuestras vidas. Cristo nos está instando, desde el Padre Nuestro, a que acudamos a Dios en busca de pan, de sanación en nuestras relaciones, de superación de los pecados que nos acosan, de cumplimiento de la voluntad de Dios y de búsqueda del reino de Dios; todo ello, en todo momento, con el fin de que conozcamos, santifiquemos, reverenciemos, honremos, valoremos y atesoremos el nombre de Dios (el ser de Dios, Dios mismo) por sobre todas las cosas.
Mantén los pies en la tierra, pero deja que tu corazón se eleve hacia la magnificencia de la voluntad universal de Dios, el reino de Dios y, sobre todo, el santo nombre de Dios, Su ser, Sus perfecciones. Puede que no lo veas con claridad ahora, pero te doy testimonio a partir de las Escrituras y de mi experiencia: hay más liberación, más sanidad, más alegría en la santificación de Su nombre de lo que tal vez jamás hayas soñado. Iglesia oremos cada día en la plenitud de esta oración.
Añadir comentario
Comentarios
Amén
Bendito sea el nombre de el señor.
🙏🙏🙏🙏