
Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:5
La oración debe ser nuestra prioridad, en cada necesidad tus oraciones serán tu ayuda esencial. De hecho, nada puede prepararte tan gloriosamente para andar como anduvo Cristo como descender del monte de la comunión con Dios para luego relacionarte con los hombres.
Tener la oración como una prioridad significa que la ponemos por encima de todo lo demás y con toda seguridad esto no será fácil si consideramos todo aquello con lo que lidiamos en la cotidianidad de nuestros días, todas las presiones del hogar, lo laboral y académico, así como el hecho de estar absortos durante horas y horas por los medios de comunicación modernos (ya sea Internet, televisión… incluso todas esas cosas legítimas que vemos) y tantas cosas que hacemos y con las que tratamos de mantenernos al día en nuestro mundo ajetreado, que nos quitan tiempo para esta prioridad. Entonces se necesita mucho más que buenos deseos de querer hacerlo, necesitamos ser intencionales en como administramos nuestro tiempo para que sin importar en que nos ocupemos siempre tengamos tiempo para aquello que es indispensable, tal como lo dijo Salomón en Eclesiastés 7:18 “Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes tu mano; porque aquel que a Dios teme, saldrá bien en todo” la oración debe ser una actividad ininterrumpida en nuestras vidas dado que todo el tiempo estamos en la presencia de Dios, no ignoremos Su presencia en nuestra cotidianidad, tomémonos tiempo para ir a Dios y expresar nuestra necesidad de Él en lo que hacemos o vamos a hacer porque es separados de Él que nada podemos hacer. Así que, pase lo que pase, mantén la oración como tu prioridad, no solo en los momentos en que te sientes como un velero que se desliza hacia adelante con un viento favorable y la oración llega con facilidad, sino también debemos seguir adelante cuando nos sentimos como un rompehielos que se abre paso difícilmente a través de un mar congelado, un paso a la vez.
Entendimos que la oración es importante, pero ¿Sabes cuál es la mejor manera de orar? La mejor manera de orar es contarle al Señor todo acerca de ti como si Él no supiese nada acerca de ti, pero sabiendo que Él sabe todo acerca de ti. Derramar tu corazón para orar con tu boca lo que no está en tu corazón es hipocresía, a menos que estés confesando la frialdad de tu corazón y clamando por una gracia reconfortante. Y a veces orar lo que está en tu corazón significa orar algo bastante largo porque tienes muchas cosas en tu corazón. A veces significa orar algo corto como: “Afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Salmo 86:11). O a veces significa orar: “Sé propicio a mí, pecador”, y nada más. Pero, de cualquier manera, no podemos conformarnos con menos que la sinceridad en nuestras oraciones. Thomas Brooks lo dijo así: “Dios no mira la elegancia de tus oraciones para ver cuán bellas son, la geometría de tus oraciones para ver cuán largas son, la aritmética de tus oraciones para ver cuántas son, o la música de tus oraciones o la dulzura de tu voz o la lógica de tus oraciones, sino la sinceridad de tus oraciones para ver cuán cordiales son... No hay oración reconocida, aprobada, aceptada, registrada o recompensada por Dios, que no sea aquella en la que el corazón sea sincero y esté completo”. Dios ama un corazón quebrantado y contrito, pero también aborrece un corazón que dividido divaga y no conoce Sus caminos (Salmo 95:10).
Ahora bien, la sinceridad en la oración se extiende a todos los ámbitos de nuestra vida. La sinceridad en la oración exige, por poner un ejemplo, integridad en nuestras vidas. ¿No es eso lo que dijo Pedro en 1 Pedro 3:7? “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” y no sólo con nuestro conyugue, también con nuestros hijos y en general con nuestro prójimo… Para que cuando oremos en público aquellos que conocen nuestra privacidad puedan decir “amén” y no “hipócrita”. Creo que esa es una de las razones por las que debemos evitar el profesionalismo en nuestras oraciones. No se trata solo de las palabras correctas, sino tener el corazón correcto, y luego vendrán las palabras.
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