
“Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció” Mateo 22:11-12
Las bienaventuranzas son un anuncio de cuán afortunadas son las personas que ya poseen, por así decirlo, el poder del reino de Dios obrando en y a través de ellos, porque heredarán el reino con todos sus placeres infinitos por los siglos de los siglos. Pero eso no es todo, las Bienaventuranzas también contienen una invitación implícita a convertirse en este tipo de persona. Los discípulos se sientan a los pies de Jesús y escuchan Sus palabras como una felicitación en el Sermón del Monte: “Bienaventurados ustedes, mis queridos hermanos! cuán afortunados son ustedes de ser elegidos por Dios, de tener los ojos abiertos, de ser atraídos hacia el Salvador, afortunados por ser pobres, por estar llorando, ser mansos, tener hambre y ser misericordiosos, puros y pacíficos ¡Alégrense y den gracias, mis amados discípulos, por ser este tipo de persona, porque no es obra suya, sino del Reino de Dios en sus vidas!”. Los discípulos en aquel entonces escuchan las Bienaventuranzas como palabras de celebración por causa de la obra de Dios en sus vidas.
Pero ¿qué pasa con las multitudes que están más allá de los discípulos? ¿Cómo escuchan estas palabras de felicitación? ¿Cómo deberían escucharlas, si no son pobres en espíritu, si no están llorando, ni son mansos, ni tienen hambre de justicia, ni son misericordiosos, ni puros, ni pacíficos? ¿Qué significan estas palabras para ellos? Con toda seguridad que no son felicitaciones. No se puede felicitar a un invitado por su vestido de bodas si no lo tiene puesto (Mateo 22:11-14). Entonces, si ves que a una persona se le recibe en una fiesta con una prenda determinada puesta, ¿no te motivan las palabras de bienvenida a ir a buscar una prenda igual a esa? Y si ves que a la gente se le prometen las bendiciones de la vida eterna porque son pobres en espíritu, porque lloran y son mansos y tienen hambre de justicia y son misericordiosos y puros y pacíficos, ¿no te llaman esas palabras de promesa a convertirte en esa clase de persona? Tal vez no, pero por la gracia de Dios a algunos sí. Y si esto no sucede en ti, ¡cómo deberías orar para que Dios no te deje en una condición tan dura e impenitente!
Entonces considerando lo dicho, las Bienaventuranzas son palabras de celebración para los que son discípulos: aquellos que han sido despertadas por el poder presente de la era venidera. Y son palabras de invitación para las multitudes, aquellos que se acercan a adorar por tradición, curiosidad o escepticismo. Y para algunos, son palabras de transformación, por el poder y la misericordia de Dios. La pregunta esta mañana es ¿Qué son para ti?
A partir de mañana comenzaremos con la mejor noticia que un pecador sin esperanza podría escuchar jamás: la condición que debemos cumplir para poder tener alguna cercanía con Dios es la bancarrota espiritual. Es la condición más fácil —y la más difícil— de todas.
Oración: Oh Padre abre nuestros ojos a tu singular hermosura y atráenos a ti, oh misericordioso Dios no nos dejes permanecer con un corazón duro y no arrepentido. Quebranta nuestro corazón al punto que pueda ser buena tierra en que tu Palabra fructifique para gloria de tu Nombre. Amén
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Amén 🙏🙏🙏