
“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a Él Sus discípulos. Y abriendo Su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” Mateo 5:3
Ser pobre en espíritu es una sensación de impotencia, de bancarrota, de suciedad y de indignidad. La razón por la que digo que es una sensación es porque hablando objetivamente, todo el mundo es pobre en espíritu. Todos, seamos conscientes o no de ello, somos impotentes sin Dios, estamos en bancarrota, indefensos, sucios e indignos ante Él… pero no todo el mundo es bienaventurado por ello. Por eso cuando Jesús dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu” no hace referencia a todos, sino a los que son conscientes de ello. En esta bienaventuranza tenemos la antesala para la segunda: “Bienaventurados los que lloran” Entonces Jesús dijo: bienaventurados los pobres en espíritu que lloran, es decir: bienaventurados los que sienten profundamente sus insuficiencias, su culpa, sus fracasos, su impotencia, su falta de valor y su vacío, que no intentan ocultar estas cosas bajo un manto de autosuficiencia, sino que son honestos al respecto, se sienten afligidos y se sienten impulsados a acudir a la gracia de Dios.
Dijo Ralph Waldo Emerson (filósofo y escritor s. XIX): “La verdadera debilidad del mundo, es la falta de confianza en uno mismo”. Y para consternación de Emerson y la inmensa mayoría que piensa como él Cristo vino no con una cura para esta enfermedad, sino para tomar la enfermedad que más odiamos, es decir, la impotencia y en lugar de curarla, Él la convierte en el requisito (el vestido de boda) para entrar al cielo. El postulado de Emerson es una invitación a la autosuficiencia y autoconfianza. Pero cuando estamos llenos de nosotros mismos nos perdemos la bendición de la presencia de Dios enriqueciendo nuestras vidas. No hay miseria más grande que creer que somos ricos y que no tenemos necesidad (Apocalipsis 3:17-18) En palabras de C. H. Spurgeon “Cristo nunca será precioso mientras no seamos pobres en espíritu. Debemos ver nuestras propias necesidades antes de que podamos percibir Su riqueza”.
Esta bienaventuranza es una invitación a no conformarnos meramente con la piedad externa, para que no seamos engañados porque para consternación de todos los que lo oyeron en Su parábola la pobreza en espíritu en el publicano fue mucho mejor que la plenitud de la excelencia externa del fariseo. Y tú ¿Qué dices a esto? ¿Eres espiritual? Al menos, ¿calificas para ser pobre en espíritu? A los pobres en espíritu pertenecen toda la seguridad, el honor y la felicidad que el reino de los cielos da aquí en la tierra. A ellos también pertenecen aquellas cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre (1 Corintios 2:9), de ellos aquella herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos (1 Pedro 1:4) Dijo Spurgeon: "Pobres en espíritu"; las palabras suenan como si describiesen a los dueños de nada, y sin embargo describen a los herederos de todas las cosas. Y si todo esto es para la vida presente en la que gimen, y necesitan ser consolados, sufren de hambre y sed, y necesitan ser llenados; todo esto es para ellos mientras sean perseguidos todavía por causa de la justicia; ¿cuál no será entonces su bienaventuranza cuando brillen como el sol en el reino de su Padre, y en ellos sea cumplido la promesa de su Dios y Señor: Y al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono?
Oración: oh Señor danos ojos que puedan ver cuán desventurados y miserables somos al no tenerte a ti enriqueciendo nuestras vidas, apercíbenos de la necesidad que tenemos de adquirir de ti aquello que en verdad enriquece, para que seamos ricos y vestiduras que cubran nuestra desnudez, oh Señor que tengamos oídos que oigan y corazón que atienda a la verdad que hoy nos habla tu Palabra. Amén
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Amén 🙏🙏🙏