
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” Mateo 5:6
¿Quiénes son entonces los que son realmente felices? No son los que buscan la felicidad mundana. Pero ¿Qué hay de malo en la felicidad mundana? El mundo busca la felicidad a cualquier precio… para el mundo lo más importante es librarse del dolor, el problema, la pobreza o cualquier cosa que estropee ese sentimiento de confort y felicidad ¿Quién no hace esto?, ¿cuántos aún en la iglesia hacen esto? Lo malo de esto es que se está dispuesto a hacer lo que sea para aliviar los síntomas, pero no están dispuestos a tratar la causa de sus problemas. Vivir así es buscar la felicidad infructuosamente porque sólo estamos apuntando a satisfacer nuestros deseos, y nos movemos y decidimos conforme a lo que deseamos. Para quien vive de este modo la felicidad siempre será como bruma que se desvanece entre los dedos, de acuerdo a lo dicho por Cristo, este no es el tipo de persona que puede ser supremamente bendecida.
Entonces ¿Qué tipo de persona si puede ser supremamente bendecida? Sólo los que buscan ser justos. Los que tienen hambre y sed de justicia, no hambre y sed del mundo y sus deseos, no los que tienen hambre de cosas pasajeras, sino los que tienen hambre y sed de justicia ¿Qué significa esto? En este contexto desear justicia es desear ser reconocido justo ante Dios, pero más que esto, poder disfrutar de una comunión íntima con Dios que es justo. Poder restaurar esa relación que se dañó por causa del pecado. Es un deseo profundo e insaciable por la santidad, por ser como Dios dice que debemos ser, un deseo profundo por vivir y andar como Cristo. Eso es justicia, un concepto en el que muchos han errado porque lo han limitado meramente a cumplir con ritos externos de devoción que sin el sentir interno apropiado resultan ser desagradables para Dios porque es una piedad que se desvanece cuando el público desaparece (Oseas 6:4), cuando estamos fuera del edificio donde nos juntamos para adorar deja de ser visible porque sin el señorío de Cristo en nuestras no podemos ser santos por nosotros mismos ¿Es Cristo tu Señor? ¿la manera en que vives tu vida dice que Él es tu Señor? Solo el señorío de Cristo hace posible la llenura del Espíritu Santo y sólo por la llenura del Espíritu Santo podemos vivir vidas apartadas para Dios. Y si esto es una realidad en nuestras vidas, con toda seguridad que habrá un deseo real de tener comunión con Dios y vivir exclusivamente para gloria de Él… habrá hambre y sed de justicia.
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” (Salmo 42:1-2) El salmista no sufría por hambre y sed de dinero, comodidades, placeres, afecto, reconocimiento, bienestar, salud… de nada pasajero. Su hambre y sed eran de Dios, él moría de sed por Dios, su necesidad era apremiante e inaplazable, estaba profundamente urgido ¿Estás anhelando a Dios de ese modo ahora o la angustia que hay en tu alma en este momento es por otra cosa? Sin importar que sea, es temporal y no serás bienaventurado si la alcanzas. Sin Dios solo seremos cadáveres, necesitamos de Él más que de un empleo, más que tener salud, más que una familia, más que cualquier cosa… nuestra verdadera necesidad y la que más ignoramos y aplazamos es a Dios. Que terrible que haya tantos que vivan de mera apariencia, esclavos de la necesidad de impresionar a los hombres, pero ignorantes que delante de Dios son desventurados, miserables, pobres, ciegos y están desnudos (Apocalipsis 3:17b) cuantos de los que hoy me escuchan ¿Cuántos han sentido morir de sed por Dios? ¿cuántos han dicho al Señor que lo anhelan?, ¿Cuántos han esperado ansiosamente juntarse al resto de la iglesia para adorarle? No es posible estar saciados si antes no experimentamos una profunda y apremiante necesidad de justicia. Pero para ello hay que reconocer que aquello que vemos justo en nosotros, no es más que trapos de inmundicia (Isaías 64:6). Hay que reconocer entonces la profunda necesidad de liberación del poder y contaminación del pecado, la necesidad profunda de un Salvador… hay que ser pobres en espíritu que lloran y que han aprendido a ser mansos.
Oración: Oh Dios omnipotente tu Nombre es tratado como algo común, tu gloria no es honrada ni siquiera por los que te conocen, Oh Señor trae un avivamiento que lleve a tu iglesia a mostrarse en verdad como tu cuerpo. Oh Dios danos las marcas de un verdadero ciudadano del reino de los cielos, arranca todo vestigio del mundo de nuestros corazones y haznos arder de fervor por ti y por tu gloria. Amén
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