
La ley es hoy para nosotros ese medio de gracia que nos muestra que somos pecadores y que para nosotros no existe otra opción que creer en Cristo y Su sacrificio sustitutivo para ser salvos (Gálatas 3:24) ya no es algo a lo que debamos sujetarnos en obediencia para tener salvación, pero nuestra obediencia a ella si es la evidencia de que hemos sido salvos porque la obedecemos por amor a Aquel que nos amó primero (1 Juan 4:19).
Cristo dijo a Sus discípulos: “Si me amáis, guardad Mis mandamientos” (Juan 14:15) guardar la Palabra de Aquel que nos amó y se entregó a Si mismo por nosotros es lo que Dios espera de nosotros, porque “nosotros hermanos, a libertad hemos sido llamados; solamente que no usemos esta libertad como una razón para servir a la carne, sino para servir a nuestro prójimo por amor” (Gálatas 5:13) antes de creer en Cristo y Su Evangelio solo podíamos ser esclavos de la carne, pero hoy hemos sido hechos libres para vivir y andar como Cristo haciendo buenas obras que lleven a los hombres a glorificar a Dios. Cristo ha resumido la ley para nosotros sólo a dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas; este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12:30-31) Antes de Cristo ningún sacrificio podía borrar completamente el pecado que cometía el ser humano contra Dios y contra su prójimo, siempre era necesario volver a repetir los sacrificios (Hebreos 10:4-14) Cristo cumplió perfectamente lo que la ley requería, sólo Su sangre pudo hacer posible el milagro de que la ley de Dios estuviese escrita en nuestro corazón y mente tal como había sido anunciado (Ezequiel 36:26) y quitar nuestro pecado de delante Dios (Hebreos 10:17).
Cristo demanda de todo aquel que tome la cruz para seguirle que también esté dispuesto a negarse a sí mismo para vivir del mismo modo que Él lo hizo, Él no vino para agradarse a Sí mismo sino para hacer la voluntad del Padre… Él puso Su cuerpo para ser molido y herido fue por nuestras rebeliones y pecados; el precio que costó nuestra paz fue pagado con Su sufrimiento, y por Su llaga nosotros hemos sido curados (Isaías 53:4-5) Su sufrimiento es lo que ha hecho posible la gracia de Dios para nosotros y la presencia del Espíritu Santo nos ha sido dada para que seamos capaces de cumplir la ley de Dios. Su llamado no es meramente a tratar de hacer lo que Él hizo porque nunca lo lograríamos, Él quiere que entendamos Su maravillosa gracia ¡Iglesia hemos sido absueltos y se nos ha dado el Espíritu Santo! Ahora es posible que amemos Su ley y andemos en ella, ahora es posible que obedezcamos Sus mandamientos.
Nosotros no merecíamos tan grande misericordia, nosotros merecíamos el juicio… beber la amarga copa de la ira de Dios, pero Cristo tomó nuestro lugar y la bebió totalmente, y por la fe en Su obra ahora tenemos entrada al Lugar Santísimo (Hebreos 10:19-25) tenemos la presencia del Espíritu Santo y Él no es en nosotros espíritu de cobardía, sino de poder y de dominio propio ¡Si Iglesia, puedes tomar la cruz, puedes negarte a ti mismo y vivir para la gloria del Único Dios Verdadero! esta es la marca de un verdadero cristiano, esta es la señal de la presencia del Espíritu Santo en tu vida: si lo has recibido no es posible que puedas menospreciar Su palabra ni andar en desobediencia o maldad, si lo tienes ciertamente que Él urgirá tu alma cada día a expresar con tu obediencia el amor hacia a Aquel que rescató tu vida del foso de la desesperación eterna.
Oración: Amado Dios esta mañana levantamos nuestra voz para dar gloria y alabanza a tu Nombre y exaltar tu grandiosa obra, levantamos nuestra voz para suplicar que en tu misericordia nos concedas entender que este mundo, todo lo que vemos y en todo lo que nos complacemos, todo lo que ahora deslumbra nuestros ojos y distrae nuestro corazón pasará, que nuestros días aquí están contados y un día acabaran pero tu promesa, aquella buena nueva anunciada desde el Antiguo Testamento permanecerá para siempre. Señor si en verdad yo he confiado en ti, yo quiero amarte y guardar tus mandamientos, ya no quiero justificar más mi mediocridad espiritual, es cierto que antes yo no podía obedecer tu Palabra porque estaba muerto en mis delitos y pecados, pero hoy Tú no solo me has dado vida, también me has dado tu Espíritu Santo para que yo pueda andar y vivir como Tú lo hiciste. Aumenta cada día más mi amor por Tu Palabra, y permite que yo pueda demostrar mi amor hacia ti guardando y obedeciendo tus mandamientos. Amén
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