
Hemos aprendido que para tener una justicia verdadera no es suficiente cumplir externamente con la ley, que nuestro principal problema no son las obras y actitudes visibles a los hombres sino el haber nacido con un corazón engañoso y pervertido, entonces, ¿cómo atendemos a las advertencias de Cristo?
En primer lugar, es necesario que consideremos el costo del pecado ¿Cómo así? Bueno el pecado es la razón por la cual Cristo se humilló hasta lo sumo… para condenar el pecado en Su carne y para derribar la pared intermedia que nos separaba de Dios (Isaías 53:4-6) la magnitud de la cruz es la magnitud del costo del pecado, sin la justicia de Cristo ¿Podrías tu sufrir de esa manera y redimir tu alma? Ningún hombre pudo antes de Cristo y después de Él tampoco lo ha habrá. Para redimirnos de la iniquidad y purificarnos para ser un pueblo celoso de buenas obras Cristo se entregó a Sí mismo (Tito 2:14) entonces, ¿Cómo consentir y atesorar el pecado que habiéndome engañado me pervirtió y condenó… Cómo atesorarlo si Cristo vino a libarme del pecado para que yo tenga vida? Podemos enfrentar el pecado viniendo a Cristo, es decir, creyendo en que Su obra sustitutiva es suficiente para cubrir aquella deuda que para mí es imposible de pagar y nunca más buscar intencionalmente tener algún vínculo con el pecado, nunca más justificar su presencia en mi vida… y aunque nunca por mi propio esfuerzo podré alcanzar una justicia como la ley lo demanda la gracia de Cristo es suficiente delante del Padre y también lo es para mí. A menos que vayamos a Cristo y confiemos en Su obra jamás podremos obedecer a Su mandato de mortificar el pecado en nuestra carne.
Finalmente, en nosotros no hay tal capacidad para ser tan radicales con el pecado como Cristo exige, pero Él prometió darnos poder para que nuestras vidas testifiquen a donde vayamos de Su obra. El haber sido sellados con la presencia del Espíritu Santo es la garantía de que no sólo podemos combatir nuestro pecado, sino que un día redimiremos la herencia completa (Romanos 8:13) Cristo ha prometido Su Espíritu a quienes lo pidan (Lucas 11:13) y sólo los que lo reciban podrán tomar la cruz para mortificar el pecado y andar en Sus caminos viviendo para la gloria de Dios.
Oración: Señor Tú nos enseñas que la verdadera justicia no está en las meras apariencias ni en el cumplimiento exterior de ciertas reglas, sino que proviene de un corazón que ha sido transformado por la gracia del Único Dios Verdadero porque sólo en un corazón así puede habitar tu Santo Espíritu y es Su presencia lo único que puede llevarnos a amar y obedecer tu ley, a amarte a ti oh Dios por encima de todo lo demás, renunciando a todo lo que nos aparte de vivir para Tú gloria y tomando medidas serias y radicales contra el pecado. Oh Señor concédenos tal gracia, danos vida y capacítanos para vivir para Tu gloria. Amén
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