
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas” Mateo 6: 5a
Hemos aprendido que una vida piadosa es una vida que se vive honrando la presencia de Dios, buscando Su gloria y no la de los hombres, y por tanto no en espera del aplauso o reconocimiento temporal de los hombres. Pero eso no es todo lo que el Señor quiere que aprendamos, por ello Él sigue ilustrando para nosotros cómo se práctica la verdadera piedad… lo que Jesús está haciendo es profundizar la confrontación con la realidad de nuestro pecado para llevarnos a experimentar la necesidad de nacer de nuevo para poder vivir esa vida justa en la presencia de Dios.
Antes habló de las obras de misericordia, ahora Cristo se enfoca en una práctica característica de la piedad: la oración. Esta es quizá la práctica más mal utilizada y mal enfocada de la piedad, son pocos los que logran verla como un medio de gracia porque para la mayoría es sólo un mecanismo útil para tener lo que desean. Pero ¿Qué es la oración? Es la acción de hablarle a Dios. Dios nos habla a través de Su Palabra y nosotros le hablamos a Él por medio de la oración. La oración es el privilegio otorgado para todo aquel que por el nuevo nacimiento ha sido hecho hijo de Dios, porque puede con confianza acercarse al trono de la gracia en nombre de Aquel que es su Señor y Salvador. Esa comunión que fue dañada por el pecado en el Edén fue restaurada en Cristo: antes de Su encarnación en la promesa de Su advenimiento y luego de Su encarnación es Su obra consumada la que nos otorga la confianza de que si pedimos alguna cosa en Su Nombre y conforme a Su voluntad Él nos oye (1 Juan 5:14-15).
Respecto a la oración Jesús en el Sermón del monte nos enseña lo que en verdad es una vida de oración, el sentido, enfoque y resultado de una vida de oración… Cristo nos hace conocer que ya en Sus días como hombre era muy común ver gente que oraban públicamente (esto no es lo que está mal) la maldad estaba en la intención por la cual se hacía: ellos buscaban ser vistos en lugar de hacer visible a Dios, lo importante eran ellos mismos, sus deseos egoístas y no Dios ¿Pero qué hay de nosotros?, ¿cuál es el enfoque de nuestras oraciones, es Dios o somos nosotros mismos? Los hipócritas pierden el foco de la oración, por ello la oración debe ser sin hipocresía, sin enfocarnos en nosotros mismos y sin pretender impresionar a los hombres. Los hipócritas oraban en las calles dando a entender que no podían esperar a llegar al templo para orar… Pero Cristo que es Dios omnisciente sabía que su perversa intención era que los hombres le vieran. Ellos querían impresionar a los demás, ganarse un nombre para sí mismos como hombres de oración, hombres que están en un “nivel superior” así se autoproclaman muchos mal llamados “hombres de Dios” en nuestros días. Ellos hablan de sus logros inalcanzables en cuanto a la oración, sus experiencias místicas, las grandes respuestas que han obtenido por sus impresionantes vidas de oración… y con ello seducen a muchos que codician también para ellos la misma reputación.
Pero el llamado de Cristo es a una vida de oración sin considerar la duración o la efectividad de la misma. Por ello dice “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” no oramos para tener lo que deseamos, oramos para conocer lo que Dios quiere y una vez lo sabemos oramos para que sea hecho como Dios quiere. La oración verdaderamente piadosa no es escuchada por su duración o por su elocuencia, es escuchada por estar ajustada a la voluntad de Dios. El que escudriña los corazones no puede ser burlado ni sobornado amada Iglesia.
Oración: Señor Tú no condenas la oración, Tú estás en contra de la hipocresía y la temeridad con la que muchas veces pervertimos esta práctica piadosa. Ciertamente nos has dado este medio de gracia para algo mucho más grande que sólo lograr cosas temporales, perdona Oh Señor si hemos actuado con hipocresía delante de ti al orar, límpianos y enséñanos a orar como lo hiciste con los apóstoles. Amén
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