Perdona y serás perdonado

“y perdónanos nuestros pecados, así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros” Mateo 6:12 NTV

La quinta petición del Padre nuestro nos traslada de pedir por las necesidades físicas a pedir por las necesidades del alma. La Palabra declara que una vez nacemos de nuevo somos declarados justos y hemos sido limpiados (1 Corintios 6:11) pero aún a pesar de ello nuestra lucha contra el pecado no ha terminado, sólo haciendo uso de la templanza que produce en nosotros el Espíritu Santo podemos vencer nuestros deseos pecaminosos, es decir, podemos hacer morir el pecado en nosotros como nos es ordenado por la Escritura (Colosenses 3:5). Al considerar cuán infinita es nuestra deuda y que no la podemos pagar, no podemos sino solamente acogernos a la infinita gracia que Dios nos ofrece en Cristo para poder ser librados de nuestra miserable condición… y aún a pesar de ello no hay un día en que no tengamos que acercarnos al trono de la gracia a suplicar perdón porque sin importar cuanto de nuestro pecado dejemos atrás mientras estemos atados a este cuerpo de muerte seguiremos padeciendo la miseria que provoca esta naturaleza pecaminosa que si bien no tiene poder para enseñorearse de nosotros aún puede dificultarnos bastante nuestro propósito de vivir en santidad y para gloria de Dios.

Es esta realidad la que debe mantenernos humildes, a pesar de nuestras debilidades la gracia de Dios ha sido más grande, y causa de ello somos pecadores perdonados que han sido llamados por Dios a perdonar a otros con una naturaleza pecaminosa como la nuestra que nos ofenden a diario, a quienes debemos estar dispuestos a perdonar no porque lo merezcan sino en base al perdón que hemos recibido en Cristo (Efesios 1:7) lo que Cristo ha venido diciéndonos en el Sermón del monte es: si somos hijos de Dios en nosotros deben evidenciarse las obras de Dios, entonces en un verdadero creyente debe existir por su prójimo la misma actitud perdonadora que Dios ha tenido para con él (Efesios 4:32) una actitud contraria a esta evidencia que ni hemos recibido ni entendemos el perdón de Dios porque “Si perdonas a los que pecan contra ti, tu Padre celestial te perdonará a ti; pero si te niegas a perdonar a los demás, tu Padre no perdonará tus pecados” (Mateo 6:14-15).

No olvidemos lo que ya aprendimos con las bienaventuranzas, los que son hijos de Dios no buscan imponer sus derechos, no resisten al que es malo… por ser hijos del Padre celestial dejan lugar a Su ira, no pagan mal por mal, antes están dispuestos responder haciendo bien a quienes les agreden… esperan el pago de Dios, y mientras ello acontece no se llenan de frustración ni de rencor. Por medio de Cristo Dios Padre manda a Su pueblo a perdonar tal como lo hizo Cristo (Lucas 23:34) y de este modo manifestar el amor de Dios haciendo a un lado el rencor para dar paso a un propósito mucho mayor: avanzar hacia la meta que nos ha dado Cristo (Filipenses 2:5-8)

Oración: Misericordioso Dios omnipotente abre oh Señor enséñanos a orar por lo que verdaderamente necesitamos, de tal manera que al orar Tú seas engrandecido y que nosotros podamos gozarnos cuando esto acontezca. Enséñanos a pedir con confianza y dependencia, con humildad y reverencia, que acercarnos al trono de la gracia no se convierta en algo tan común como conseguir la lista de mercado. Que cada día podamos reconocer más delante de ti nuestros pecados y que al ser más conscientes de ellos podamos ser más misericordiosos con aquellos cuyas faltas para con nosotros no pueden compararse con la enorme deuda que tenemos contigo, dame un corazón dispuesto a perdonar de tal manera que la paz que tengo con los hombres sea el reflejo de la paz que tengo contigo. Amado Padre celestial que la realidad las necesidades para el cuerpo y para el alma me lleve cada día a Tu presencia a orar como Tú quieres que yo ore… que la conciencia de estas necesidades me lleve a desear aún más fervientemente que Tu nombre sea santificado, que venga a nosotros Tu reino y que aquí en la tierra sea hecha Tu voluntad del mismo modo que se hace en el cielo. Amén