Dios puede y quiere darte verdadera luz

Publicado el 19 de enero de 2025, 3:58

Así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” Mateo 6:22b

Aprendimos que la condición natural de todo ser humano por causa del pecado es tener un ojo maligno, es decir, un entendimiento entenebrecido y con todas sus facultades incapacitadas para glorificar a Dios. Nuestra condición sin la intervención de Dios es miserable, porque nadie puede por su propio esfuerzo librarse de esa condición natural con la que nació. Solo mediante un acto soberano de la gracia divina podemos nacer de nuevo y con ello recibir un entendimiento renovado que no sólo nos permite reconocer nuestra miseria, sino que también nos estimula a confiar en Cristo como nuestro Señor y por tanto Salvador para nunca más andar en tinieblas ni volver a ser esclavos del pecado.

Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12) creer y obedecer a Su evangelio es lo único que puede libertarnos del pecado y trasladarnos a la luz. Sólo Él puede renovar nuestro entendimiento y por tanto cambiar nuestra manera de pensar y de vivir aquí en la tierra, de tal manera que el tiempo que nos reste en nuestra peregrinación pase a ser un tiempo de preparación para la eternidad. Si la gracia de Dios no opera en el hombre natural para regenerarlo estará condenado a las tinieblas para siempre (Juan 3:19) tu que en esta hora escuchas lo que Cristo está enseñando a través del sermón del monte, confía sólo en Cristo para que en todo momento tengas un entendimiento renovado y capacitado para discernir lo bueno de lo malo, para que seas libre de la esclavitud del pecado y puedas tener un ojo bueno que llene de luz tu existencia terrenal para que puedas ver el camino por el que debes andar y puedas poner todas tus facultades al servicio de la justicia, la verdad y la santidad. Solo la tenencia de un entendimiento iluminado por la gracia de Dios te dará la capacidad de ver las cosas como realmente son y por tanto valorarlas en su justa medida, tener prioridades en orden y obedecer el mandato de no hacer tesoros terrenales sino acumular riquezas en el cielo y por tanto al final de tus días no verás ruina, sino el comienzo del disfrute de aquella herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible (1 Pedro 1:4) 

Iglesia, sólo Dios puede proporcionarnos verdadera luz por tanto sirvámosle sólo a Él.  El señor nos dice: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. No importa si tu riqueza no consiste en dinero… cualquier cosa que desplace la exclusividad del primer lugar a Dios es una riqueza para quien lo atesora incluso al punto de igualarlo a Dios, tratar de servir a Dios de este modo es imposible porque Dios no comparte Su gloria.

El reino de los cielos está reservado para los pobres en espíritu, para los que reconocen que no tienen nada y corren a Cristo para ser saciados, los ciudadanos de este reino tienen sus vidas rendidas a Su Rey, con la disposición de someterse a Cristo y depender completamente de Él y por ello cada día ruegan “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos”.

Si vivimos para nosotros y no para Dios, si nuestro propósito de vida es acumular tesoros terrenales y no tesoros espirituales, si nuestra perspectiva de las cosas espirituales esta opacada por la visión entenebrecida del mundo al final sólo enfrentaremos la triste realidad de llegar a la eternidad en bancarrota espiritual y sin esperanza alguna cuando debamos rendir cuentas a Dios. Cristo murió para ofrecernos una esperanza a esta miseria eterna, pero no puedes tener otro señor ni para otro propósito distinto a magnificar la gloria del Dios que te ha redimido al trasladar tu vida de tinieblas a luz. Oh Señor perdónanos por servir a las riquezas antes que, a ti, rogamos a Ti para que nos concedas poder para rendir sin reserva alguna nuestras vidas por completo sólo a ti, danos un entendimiento claro para conocer y comprobar tu buena voluntad. Amén

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