No condenes… pero aprende a discernir

Publicado el 1 de febrero de 2025, 6:10

No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” Mateo 7:6

Haciéndonos conscientes de que al final Dios juzgará las obras de todos los hombres, creyentes e incrédulos (Apocalipsis 20:11-15) el Señor nos ordena evitar esa actitud de hipercrítica y condenación y con ello somos desafiados a dejar el juicio final de cada persona a Dios y mientras esto acontece a ser pacientes con nuestro prójimo, mostrando con ellos la gracia que hemos recibido y seguimos necesitando.

Entonces en tanto que llega ese juicio final de Dios somos llamados al igual que Noé a anunciar no sólo este juicio sino también la buena noticia de esperanza para los que se encuentren en Cristo ese día. Por más de 100 años Noé preparó un arca y anunció el juicio de Dios… pero el día en que la puerta del arca fue cerrada por Dios sólo Noé y su familia habían creído a la buena noticia de esperanza que por más de 100 años fue anunciada y luego vino el diluvio y para todo el que fue encontrado por fuera del arca no hubo esperanza, así también será al final de los días (Mateo 24:37-39) todo aquel que no esté en Cristo, es decir, que no haga parte de Su cuerpo, no tendrá esperanza. Por ello nuestro trabajo ahora no es condenar, sino ejercitarnos en aprender a discernir si los esfuerzos que estamos llevando a cabo para proclamar la buena nueva son los adecuados dado que lo que anunciamos día a día con nuestras palabras y sobretodo con nuestra conducta es santo y precioso, así lo describió Jesús en el pasaje que leímos.

En el Antiguo Testamento algunos sacerdotes fallaron en no distinguir ellos mismos ni enseñar al pueblo a distinguir entre lo santo y lo profano (Levítico 10:9-11) nosotros como cristianos entendemos que aquello que nos revela la grandeza y trascendencia de Dios, que revela Su voluntad y establece una medida de juicio para diferenciar entre lo limpio y lo inmundo es Su Palabra. Cristo nos está dando Su Palabra, y al hacerlo nos está apartando para Dios. Como cristianos debemos tener siempre presente que lo que somos y lo que hemos recibido es santo y por lo tanto nosotros debemos saber diferenciar entre lo santo y lo profano para poder atender al mandamiento que se nos está dando en este pasaje. Pero también debemos discernir aquello que es de gran precio y lo que no lo es. Jesús se refiere a perlas que en ese tiempo poseían precios muy por encima del poder adquisitivo de una persona promedio. Usando ese conocimiento que todos tenían Él compara el valor del reino de los cielos con una perla de gran precio, es decir, una perla mucho más valiosa que todas las cosas que un mercader buscador de buenas perlas pudiese tener. Piensa ¿Qué tan precioso es para ti Cristo: Su obra en la cruz, Su gracia y paciencia para? ¿hay algo más valioso que quieras alcanzar como para rechazar la buena noticia del evangelio?, ¿hay acaso algo más preciado para ti, qué es lo que más aprecias?, si no es Cristo, si no es su Palabra, estás mal, y debes arrepentirte.

Pero si es Cristo, si es Su bendita Palabra, entonces debes aprender a distinguir entre lo que verdaderamente es santo y valioso para que puedas darle el uso apropiado y aquí es donde muchos fallamos. Tal vez si tenemos el conocimiento que el evangelio es santo y muy valioso, pero no siempre lo tratamos como tal, es más incluso nos permitimos seguir aquello que es profano y que no vale absolutamente nada. Y no solo eso, también permitimos en nuestras relaciones el uso profano del santo evangelio. ¿Cómo trató Cristo el mensaje del evangelio, qué cuidados tuvo?, ¿les habló a todos de la misma manera?, ¿cómo hicieron los apóstoles, cómo deberíamos hacer nosotros… acaso ellos hicieron del evangelio un espectáculo? Si nosotros no somos capaces de discernir cuan santo y valioso es el evangelio no podremos tratarlo adecuadamente como lo hizo Noé y mucho menos podremos discernir quienes reciben o desprecian esta verdad.

Oración: amado Padre celestial Tú has dicho: ¡Te haré entender! Señor y yo hoy ruego por tal obra en mi vida. No quiero ser culpable delante de Ti de haber tratado aquello que es santo y precioso como algo común e intrascendente. Alumbra oh Señor mis tinieblas y hazme capaz de honrar y apreciar como Tú quieres Tu evangelio y la obra que has hecho en mi vida. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 3 meses

Amén 🙏🙏🙏